miércoles, 19 de junio de 2013

martes, 18 de junio de 2013

Decisión y consecuencia

En la complejidad de la vida, nos vemos obligados a tomar decisiones continuamente. El ejercicio de decidir, de elegir, forma parte del mismo ejercicio del vivir, forma su esencia más característica. Se vive decidiendo y eligiendo continuamente; la vida, puesta en perspectiva, es aquello que transcurre entre decisión y elección.

A veces es difícil decidirse sobre algo cuando ese algo sobre el cual decidimos afecta de una manera u otra a uno mismo, aunque en este caso y por lo general tomamos las decisiones de una forma más espontánea (porque, en el fondo, decidimos hacer aquello que con más fuerza nos empuja a ello), o cuando afecta otras personas, ya sea de una forma directa o de una forma indirecta, por lo que nuestras decisiones merecen una mayor deliberación bajo mi punto de vista. Puede afectarnos a nosotros mismos y a los demás para bien o puede afectar para mal, puede significar algo positivo a uno mismo pero negativo para otros seres que queremos, pero lo que está claro es que todas nuestras decisiones tienen repercusiones tanto para nosotros mismos como para los seres que nos rodean. La cuestión es que se ha de elegir, porque de no hacerlo, no nos movemos, nos quedamos estancados: en la elección está el avance, y quien no elige sigue teniendo a su alcance todas las posibilidades, pero es la realización de algunas de las posibilidades que contemplamos (incluso de las que nunca habiamos llegado a contemplar) lo que hace que vivamos. Vivir es elegir, elegir es vivir. No podemos escaparnos de esta condición intrínseca del ejercicio y práctica de la vida humana, tal como la conocemos.

Llegados a este punto, me enfrento a una decisión. Lo importante de la decisión no es una cuestión meramente objetiva, pues en una primera instancia yo decido qué nivel de implicación tiene esa decisión en mi vida. ¿Cuales son los pros y los contras que hacen que mi elección sea un "sí" o un "no"? ¿Qué va por delante de cualquier otra cosa, los demás o uno mismo? Los motivos que me lleven a esta encrucijada donde se dividen dos caminos, bajo el letrero de "sí" y de "no", no importan, lo único que importa es que estoy en una de las muchas encrucijadas a las que me habré de enfrentar a lo largo de mi vida, aunque es cierto que hay encrucijadas que se nos muestran más o menos relevantes según nuestra forma de entender la vida, y es evidente que en esto no hay objetividad, sino mera subjetividad: en el fondo, yo elijo que situaciones o que elecciones son más importantes en mi vida, a cuales debo prestarle mayor importancia y, por lo tanto, mayor deliberación. Algunos dirían, de forma simplista creo yo, que por delante de todo está uno mismo, y es evidente que una vez uno entiende como funciona la gran mayoría de quehaceres humanos así es, lo más sabio siempre resulta pensar en uno mismo y, en todo caso, intentar minimizar las consecuencias negativas que nuestra decisión pueda tener en nuestro entorno. Pero la cuestión de la elección, bajo mi propio análisis, se muestra como algo más complejo y con muchos más matices que simplemente decir: primero voy yo. Y no es cierto que no podamos prever parte de las consecuencias de nuestras decisiones (sí es cierto que, evidentemente, no podemos preverlas todas) y, en base a esta idea, conviene discernir y valorar con qué nos quedamos y tomar consciencia de qué es lo que nos mueve y como eso afecta a lo que elegimos y, por tanto, a nuestra vida misma.

Las razones, pues, son lo que a mí me importa. Por jerarquías, las razones que demos a los demás son las menos importantes, en el fondo lo que importa son las razones que nos demos a nosotros mismos, a no ser que las razones que demos a los demás sean exactamente las mismas que nos damos a nosotros mismos. No se trata de conseguir una especie de paz mental o de estado de bienestar de conciencia al entender (o tratar de entender) el fundamento último que nos lleva a actuar de una forma u otra, sino de algo mucho más complejo y difícil de definir. Las razones actuan, en última instancia y tal como lo entiendo, como fundamento mismo de lo que hacemos, y si no hay razones, si no somos capaces de identificar ningun tipo de razón en nuestro decir y hacer posiblemente no estemos mucho por la labor de tratar de entender porqué actuamos de una forma u otra, no estemos por darnos explicaciones ni a nosotros mismos ni a los demás, pues simplemente actuamos, guiados por fuerzas que no podemos comprender, y, de esta forma, entendemos que la gran mayoría de nuestros actos simplemente no se puede explicar ni comprender mediante la palabra o, mejor dicho, mediante la razón que guia la palabra. Pero aquel que se enfrenta a una decisión que, por su forma de sentir, de razonar y, sobretodo de ser, precisa de algun tipo de fundamento que valide o invalide la misma tanto a nivel personal, primeramente, como a nivel colectivo, secundariamente, no en un sentido de aprovación o justificación externa sino, simplemente, de comprensión, aquel que se encuentre en esta situación, inevitablemente debería rendir algun tipo de cuentas a los demás sobre aquello que ha elegido, se lo pidan estos o no, más si se trata de alguien a quien su cinturón de seres importantes que le acompañan en la vida le configuran y le afectan de una forma que, en el fondo, le gusta que así sea, porque entiende la tristeza (y de esto estoy seguro) que debe significar una vida plenamente solitaria, sin una cosntelación de amigos y familiares que orbiten entorno a uno mismo. Y lo difícil, a veces, es rendir este tipo de cuentas con los demás, dar razones de nuestras decisiones y elecciones a los demás, que son importantísimos para nosotros (así los vemos, no podemos verlos de otra forma), pero que no están sintiendo, ni razonando, ni siendo como nosotros mismos somos y, por lo tanto, la complejidad de la tarea abruma con su solo pensamiento.

En la vida hay que decidir y hay que elegir. Y (hablo por mi) en la vida, en un mayor o menor grado, hay que dar cuenta de las razones que nos llevan a decidir sobre algo, a uno mismo pero también a los demás. No siempre es así, pero si te exigen razones debes darlas, por la estima y el amor que profesas hacia esas personas. Les debes razones porque les quieres. No verlo así implica un inevitable distanciamiento, una lenta pero segura transformación en un "lobo solitario" que decide no depender de nadie porque no está para dar razones, un distanciamiento interpersonal fruto de la incomprensión que identificamos en los demás con respecto a nosotros mismos, a los motivos que nos llevan a elegir y actuar. No queremos que nos valoren, queremos evitar que nos configuren, nos sentimos incomprendidos, no aceptamos una realidad: vivimos rodeados de gente, gente que da sentido a lo que somos, y sin nadie a nuestro alrededor no somos más que "todo" solipsista que ya no debe enfrentarse a este tipo de problemáticas. Como yo elijo, yo no quiero eso. Por lo tanto, me enfrento a este problema del yo y los demás. En consecuencia de mi elección (todo es elección), a veces, debo dar razones de mis porqués. Y embarcarse en tratar de dar razones de nuestras decisiones y elecciones a los demás, si esas personas son importantes para nosotros y, por lo tanto, es importante para nosotros que esas personas comprendan porqué hacemos o dejamos de hacer ciertas cosas (no cualqueira de ellas, pues estoy hablando de una decisión, para mi, importante), todo esto, inevitablemente, abruma la mente y el espíritu, cansa, debilita. A esta difícil tarea se enfrenta aquel que no puede evitar depender de la "comprensión" (importante matiz, pues la aprovación en última instancia no importa) de los demás para estar plenamente seguro de tirar adelante aquello que, en el fondo, en su fuero interno ya ha decidido antes incluso de plantearse deliberarlo. Porque para uno mismo, la deliberación es, en el fondo, la intrincada y compleja red de autojustificaciones que fortalecen y dan sentido a lo que en un principio ya estaba claro, porque ya estaba decidido en el mismo momento en el que aparecia la encrucijada. En el fondo, todo ya está decidido: solo cabe descubrir (o redescubrir) el porque de esa decisión ya existente.

Debo tomar una decisión. Si estoy viviendo, debo elegir: el "deber" me obliga a ello. Así es la vida, a ello me obliga la situación llegados a este punto de la historia. No tomarla implica no moverme, no avanzar, quedarme quieto, esperar... pero, ¿esperar a qué? ¿a que alguien tome otro tipo de decisión que, a la larga, puede ser peor? ¿existe un miedo real al elegir por nosotros mismos y nos conformamos en que los demás elijan por nosotros? ¿hasta este punto rehuimos del vivir con toda su magnitud y problemática? Los hechos son los siguientes: todos elegimos, todos nos vemos afectados por nuestras elecciones y todos afectamos a los demás con nuestras elecciones. Decidir no tomar una elección no cierra antiguas ni abre nuevas posibilidades, deja todo en el mismo punto en el que está, paralizado, sin vida... no hay un avance real, no hay una transitación por la vida misma. Decidir no tomar una decisión ya es decidir algo, hasta este punto nos vemos configurados por nuestras decisiones. ¿Qué es lo mejor que puedo hacer, en el amplio término de posibilidades de "mejor"? ¿Qué es, en un primer término, lo más adecuado que puedo hacer teniendo en cuenta lo que quiero hacer y lo que necesito hacer y qué es, en segundo término, lo más correcto que podría hacer para con los demás? Tomar decisiones, bajo deliberación, sospesando cuidadosamente lo bueno y lo malo, aceptando con gratitud y merecimiento lo bueno pero, de igual manera, aguantar también estoicamente las consecuencias malas que de ello se puedan derivar es la forma más valiente, más vitalista para transitar por el camino de la vida, y si de la vida es de lo que estamos hablando, adoptar una actitud que no sea vitalista no debe siquiera contemplarse. Las razones pueden ser lo más importante como trasfondo meramente racional pero, al fin y al cabo, acaban siendo lo que menos importa. Tratar de autojustificarse o justificar a los demás con porqués resulta absurdo, pero aun así se me muestra como algo necesario, algo que necesito hacer porque, para mi, es muy importante que los planetas que orbitan alrededor del Sol de mi vida, que soy yo mismo, y se nutren tanto de mi como yo me nutro de ellos (pues soy Sol y soy planeta al mismo tiempo) no se ven afectadas por una mala decisión por mi parte. Y en el fondo, no hay buenas o malas elecciones, solo elecciones que traen un tipo de consecuencias u otras. Es la vida misma, no se puede evitar. La complejidad de la vida en sus múltiples manifestaciones contempla este tipo de situaciones que, bajo el análisis racional, se muestran como grandes contradicciones en sí mismas. Es necesario y, al mismo tiempo, es absurdo. Y solo estoy hablando de decisiones... Solo eso, nada importante. O, quizá, lo más importante sea hablar de decisiones.

Pero en lo más fondo del fondo, todo esto da igual, pues no debo tomar una decisión: desde el principio, la decisión ya estaba tomada.

lunes, 10 de junio de 2013

Cuestión de elección

Nuestra actitud frente la vida, es decir, lo que entiendo como el tipo de vida que llevamos, es, al fin y al cabo, una elección propia de cada uno de nosotros con respecto a si mismo. Somos lo que somos porque así hemos elegido serlo, aunque algunas veces se es lo que se es porque irremediablemente uno está configurado para serlo. Las cosas que vivimos, las cosas por las que pasamos, y lo que recibimos de cada una de las personas que se cruza por nuestras vidas nos afecta de un modo que queda corto a la hora de exponerlo mediante la palabra, dicha o escrita, porque tal acto comunicativo minimiza de una forma imposible de definir aquello que por dentro tiene carácter de inmensidad. De todas formas, el determinismo del que somos presa tiene, sin duda, mucho que decir cuando se trata de entender lo que somos.

Cuando hablo de mi, de lo que yo soy o lo que creo que soy, de lo que las cosas por las que he pasado y las cosas que me han pasado han hecho que sea y, en última instancia, de las elecciones que he tomado para ser así, no puedo olvidarme de tener en cuenta las disposiciones de mi carácter, de mi forma de ser, de mi "alma" (en un corte más platónico) que marcan el camino de mis elecciones (en este sentido, el determinismo actúa también) y la árdua empresa de remontarme, en una cadena causal, de causa en causa para buscar la causa última, que sea causa de si misma (causa sui) que hace que yo mismo sea aquello que soy resulta una tarea tan complicada como aquel que se pregunta sobre qué se aguanta Atlas, el titán que sostiene el mundo según la motología griega. Decían los griegos que se aguantaba sobre un caparazón de tortuga pero una mente inquisitiva podría preguntar, "vale, bien, pero ¿ése caparazón de tortuga, sobre qué se aguanta?" Evidentemente, la respuesta era que sobre otro caparazón de tortuga, y de ahí para abajo todo lo demás son caparazones de tortuga. Por lo tanto, me olvidaré de causas últimas y me centraré en causas primeras, indentificables a simple vista, causas que estén al alcance de una mente tan poco habituada a la reflexión puramente académica como lo es la mía (en el fondo, tampoco me arrepiento de ello, es más, me gusta).

La disposición de cada cual para ser más propenso a ser un tipo de persona u otra viene determinada, más que por motivos racionales o genéticos, por motivos sentimentales. Lo que nos pasa, lo que vivimos, es interpretado según nuestra disposición sentimental para afectarnos de una forma u otra, de una manera más fuerte o débil, con una intensidad u otra, en función de nuestra forma de ser y nuestra manera de sentir. Los sentimientos, aquella asignatura olvidada de las ciencias por su elevada complejidad de comprensión y sus múltiples manifestaciones cambiantes sin seguir un patrón lógico o explicable mediante la razón, deben ser tomados en cuenta de una forma más relevante más allá de la simple psicologia, pues, creo, dicen más de nosotros mismos, de lo que somos y del porqué lo somos, que cualquier otro tipo de razonamiento o "excusa" científica que nos hable de procesos mecanizados que llevan a algun tipo de verdad a medias. Puede uno escudarse con esa "verdad", pensar que ciertos estímulos eléctricos en nuestro cerebro son la causa de tales o cuales comportamientos pero, sin duda, existe un factor de desarrollo sentimental que no podemos explicar con nuestra "ciencia" actual. Por encima de seres racionales y, sobretodo, antes de que eso, somos seres sentimentales. Y es el sentimiento lo que nos guía, no la falacia de la razón. Porque, ¿qué papel tendría la pasión (el sentimiento pasionario) en el desarrollo de cierto invento, puesta en perspectiva junto con la razón, sino es el de mayor importancia en una escala de valores sobre qué es aquello que nos impulsa? La razón seria la máquina, la pasión su propulsión. No hay razón verdadera manifestandose en todo su esplendor sin ir acompañada de este sentimiento, la pasión, pero si puede haber pasión sin razón. De hecho, la gran mayoria de pasiones resultan del todo irracionales.

Lo que somos lo marcan, mayoritariamente, nuestras elecciones, nuestras elecciones que, sin duda, son guiadas por lo que sentimos, por nuestros sentimientos. No hay más lógica a la hora de valorar qué somos que la ausencia de lógica que implica el sentir. La gran mayoría de decisiones más importantes de nuestras vidas las tomamos guiadas más por un sentimiento que por una decisión racional. ¿Esto es así? Me gustaría pensar que es así, porque yo soy un ser humano y los seres humanos actuan así, por pasión antes que por razón. La razón no es más que la auténtica máscara bajo la que creemos actuar la gran mayoría de tiempo pero, con un análisis crítico de las causas, veremos que toda racionalidad esconde detrás un fuerte sentimiento del tipo que sea. Yo pienso así, y me gustaría pensar que la gran mayoría de mis contemporáneos también sienten que es así, aunque la experiencia muchas veces nos demuestre lo contrario. Al fin y al cabo, supongo que la situación, a todas las escalas, está como está debido justamente a ese factor, a que "pensamos demasiado y sentimos muy poco", tal como decía el gran Charles Chaplin del cual mucho deberíamos aprender. De todas formas, no entraré a valorar el proceder de los demás en cuanto a qué es lo que les lleva a la creación de su identidad y a la aceptación de una determinada forma de vida en vez de otra, pues seria imposible comprender las razones verdaderas de tal proceder al no encontrarme como no me encuentro en su propia cabeza, sino que me centraré en valorar única y exclusivamente aquello que conozco, o creo conocer, o en realidad en lo que menos conozco, que soy yo mismo.

¿Qué es lo que ha hecho que yo, a estas alturas de la película de mi vida en las que me encuentro, sea como soy? Sin duda, deben ser, en primera o en última instancia y en función de la elección en concreto que decida analizar, los sentimientos. Soy así, así he elegido y así he actuado. La disposición de mi "alma" así lo ha querido, y yo he sido fiel a esta disposición. He llegado a ser lo que soy queriendolo y no queriendolo. Ha sido inevitable. Y, en realidad, no he llegado a ser lo que soy, pues, en el fondo, estaba destinado a serlo. Curiosa contradiccón. Cada elección que he hecho me ha llevado a ser lo que soy, y cada elección estaba impregnada de una dosis más o menos fuerte de cierto determinismo en relación a lo que habia ido viviendo hasta la fecha, y lo que ha sido determinante es como eso me habia afectado a nivel personal. No encuentro otra causa más firme e inamovible que esa, que lo que he ido extrayendo de todas y cada una de las vivencias que conforman mi vida hasta la fecha, no de una forma racional sino sentimental, ha posibilitado que mi realización se esté llevando a cabo en el devenir de los días, hasta llegar al día de hoy, dia que estoy analizando en perspectiva, mirando hacia atrás. Dedico mi vida al estudio de una materia tan compleja, volátil y inestable como es el pensamiento, justo porque el sentimiento se me ha mostrado claramente en el trasfondo de esta tarea. ¿Qué resulta más preconfigurador, más esencial, más básico y más fundamental que el simple pensamiento o el hecho de pensar, hecho que resulta el principal elemento edificador de cualquiera de las cosas habidas y por haber en la realidad que contemplo? Todo lo que vemos en este mundo, todo lo que ha sido tratado y modificado por el alma humana, ha sido pensado antes de haber sido creado. No existe creación sin previo pensamiento. Y, sin duda, el mundo puede llegar a ser un lugar tan triste, frío y devastador como alegre, cálido y bonito al mismo tiempo, y de la toma de consciencia de este hecho extraigo la idea de que resulta imposible no contemplar aunque sea la más mínima posibilidad de un previo sentimiento impulsor tras el pensamiento que ha posibilitado la creación de lo que veo, porque si así se manifiesta y asi puede ser interpretado es porque así ha sido creado para manifestarse e interpretarse.

El sentimiento, la posibilidad de causar una emoción, está presente en todo lo que podemos encontrar en este mundo y, sin querer caer en creacionismos ni diseños inteligentes de ningun tipo que justificaría que así fuera, se encuentra presente detrás de algo tan complejo como es la propia vida como detrás de la simple cuchara que nos ayuda, práctica y funcionalmente, a tomarnos una sopa, o el simple zapato que se amolda y adapta, conforme a nuestro diseño pero también conforme a su realización zapatil, a la forma y tamaño de nuestro pie, o la triste observación de la lágrima ajena ("ese simple proceso fisiológico mecanizado") que cae por la mejilla del otro cuando un corazón está roto, o la contemplación de un paisaje que, compuesto por elementos puramente naturales, evocan en nuestra mente una serie de sentimientos de nostalgia o tristeza que no podemos identificar o atribuir de una forma lógica a las formas que observamos, pues simplemente se dan, o la mariquita que recorre volando la ciudad recordando melancólicamente ese campo de amapolas del cual, definitivamente, no debería haber salido nunca. De todo lo que vemos podemos extraer un sentimiento, como observadores. Así como también de todo lo que vivimos en primera persona, y está en nuestra mano prestarle atención a este hecho o no prestárselo. Lo que importa es lo que sigue: que de darse, como es el caso, resulta imposible, almenos bajo mi inexperto juicio, no dejarse llevar por dicho sentimiento, que tal emoción no sea una emoción tan simple pero al mismo tiempo profunda e indudablemente configuradora en las decisiones que tomamos como realmente es, así como lo que decidimos creer y lo que hacemos también lo es. Somos creadores de sentimientos, somos interpretadores de sentimientos y somos, en sí, sentimientos pensantes. Así soy yo, y mi primera verdad no es el "pienso, luego existo" cartesiano, sino el "siento, luego pienso, luego existo". Existir como humanos implica sentir, de una forma tanto o más indudable, a mi parecer, como el sentir. ¿Como, si no, podría yo existir, sin sentir? Posiblemente podría, pero ¿sería una vida que merecería la pena vivir? Posiblemente lo fuera, pero mis reglas de la lógica me invitan a pensar que si, y solo si, jamás hubiese experimentado el "sentir" porque, de darse, no podría vivir más sin ese sentir, quedaria profunda e inevitablemente pegado, anexionado, unido a esa posibilidad, la posibilidad de sentir, de vivir mi vida sintiendo.

Pero eso no es una posibilidad, es una realidad: soy un ser que siente, incluso antes de ser un ser que piensa. Soy un animal sentimental, incluso antes de ser un animal racional. El sentimiento siempre es previo al pensamiento, el sentimiento siempre es previo a la razón. Esta es mi primera gran verdad que no precisa más objetividad que la que garantiza la universalidad de las "tablas de la verdad" de mi propio pensamiento, dentro de mi diminutamente infinito mundo. Como "ser sintiente" que soy, expreso mi sentir en el pensamiento. Eterno soñador, eterno melancólico, eterno ganador y eterno perdedor. Explorador incansable, buscador insatisfecho, siempre buscando, de aquí para allá, en pequeños detalles, el mínimo resquicio de emotividad en cualquier hecho cotidiano, aunque la expresión no siempre se lleva a cabo por motivos cicunstanciales: la penitencia o el fiesta son, en la mayoría de los casos, internos. Ni mi acto de pensar ni mi pensamiento pretenden ser una manifestación racional de cierta comprensión estructurada del mundo (o quizá si, pero a mi manera). Se razona a partir del sentir, y el sentir no tiene una estructura. Por este sentir pienso, y por este pensar de carácter irremediablemente sentimental escribo ahora mismo: pienso, luego escribo, pero pienso porque siento y siento porque siento, esta es mi razón última, causa de ella misma, "causa sui". Lo que sienta o deja de sentir es, en el fondo, lo que menos importancia tiene, pues no hay razón ni lógica alguna para justificar este texto más allá que el puro frenesí desenfrenado de un sentir que mueve mis dedos casi aleatoriamente para componer esta sinfonía desafinada de palabras con cierta conexión mútua que pretenden configurar la totalidad de un mensaje que resulta imposible expresar como tal pero que sale de mi y se transforma en estas líneas. Quizá no llegue a nada en concreto, tampoco esa es mi pretensión: en el fondo solo es una búsqueda (o recordatorio) de mis porqués eternos. Y esque toda razón última de mis "porqués" (así mi propia vida me lo ha enseñado) surgen de la forma más espontánea a través de un sentir previo que urge a ello, sea acto sea pensar, y, aunque se muestren enmascaradas con la excusa de la razón, que no es más que un medio, un modo de expresarse, debo recordarme a mi mismo, de vez en cuando y para no olvidar, cual es el verdadero caparazón de tortuga que sostiene mi mundo en toda su totalidad.

martes, 4 de junio de 2013

Fukuyama VS Albertiyu (ronda 1): "Fi de la història" VS. "Principi del present"

Aquesta és la part de parra mental que he hagut d'excloure del meu treball sobre el concepte de "fi de la història" en Fukuyama per falta d'espai quan m'he adonat que l'extensió màxima del treball era de 2100 caràcters i ja en portava més de 16000.

El principi del present 


Analitzant el que s'ha anat dient sobre el concepte de fi de la història" en Hegel i Marx, en un passat no tant llunyà on es perfilaven les estructures socioeconòmiques que avui dia imperen al món, i Fukuyama, en un present on algunes d'aquestes estructures socioeconòmiques han triomfat i s'han establert d'una forma quasi canònica, un no es pot evitar el fet de formular-se a si mateix alguna pregunta crítica al respecte:

- Quins són els possibles motius ocults (en un sentit de deconstruccionisme a l’estil Derrida), ja siguin motius de conformisme, d’interès preservatiu de d’un Status Quo determinat o de falta d’un autèntic esperit de recerca filosòfic característic per a tota empresa d’aventurament especulatiu, que poden haver-hi darrere de la formulació d’un concepte tant ferm i tallant com el que ens ocupa en el present assaig per tal d’assegurar, amb una plena convicció interna quasi dogmàtica que, sigui quin sigui el moment històric en el que ens trobem i sota el qual fem aquest judici de valor, ens trobem en el “fi de la història”, en el punt màxim de desenvolupament racional o ideològic de l’ésser humà? 

- De veritat aquest excés de presumpció i supèrbia intel·lectual d’aquell que, per exemple, mira el seu entorn i està content amb el que veu (siguin quins siguin els motius personals o ideològics que possibiliten dit acontentament com, per exemple, el cas de ser partícip d’un model social que, per força, ens ha d’afavorir en la nostra condició per tal de voler compartir) és suficient com per estar segur internament i assegurar als demés que ja no hi ha res més possible més enllà de l’establiment i perpetuació d’un model determinat en el qual ens trobem i del qual participem d’una forma més o menys conforme perquè, a nivell d’interès, aquest ens beneficia o perquè, a nivell de capacitat, no som capaços d’imaginar res millor que això? 

- Quin paper té aquí la disposició del múltiple i variat pensament humà, el total desconeixement del devenir i l’enorme inconmensurabilitat a les que ens veiem abocats necessàriament quan tan sols intentem preveure, mitjançant la imaginació o la nostra capacitat predictiva en funció del que veiem en el moment present, quins seran els futurs esdeveniments que marcaran un possible canvi en el procés d’agrupament i organització social de l’ésser humà en segles futurs, més tenint en compte els casos històrics de moments passats en els que, evidentment, els habitants d’aquella realitat històrica no podrien ni imaginar que en un futur estaríem on estem ara, amb un model social gairebé del tot global que en altres èpoques ni tan sols hauria estat possible d’imaginar donades unes condicions de desconeixement de les possibilitats que, avui dia, coneixem? 

Totes aquestes qüestions, i moltes més que podrien formular-se d’una forma més o menys crítica amb respecte als partidaris de trobar-nos en el “fi de la història”, com el cas de la visió sostinguda per Fukuyama, poden acusar-se de ser crítiques relativistes, escèptiques o poc constructives, doncs avui dia gairebé qualsevol intent de refutació o, tan sols, de posada en dubte del que acadèmicament es considera canònic, és acusat d’alguna d’aquestes contracrítiques. Però el que aquí fem, pensem, no és una refutació perquè sí, perquè estiguem en contra d’una proposta determinada i interessi mirar de refutar-la, sinó un atac a una qüestió de molta més importància filosòfica al nostre entendre: ataquem la prepotència intel·lectual que derivem de fer un anàlisis i judici de valor del present, valorat des d’una perspectiva històrica passada, i la projecció de pretensió objectiva d’aquesta valoració no només en relació a l’abans i a l’ara, al passat i al present, sinó, sobretot, al després, al futur.

Evidentment, el coneixement de com s’ha donat el desenvolupament social històric i quins han estat els passos necessaris que ens han permès estar on estem actualment resulta imprescindible si el que volem fer es valorar el moment present de la forma més completa, i fer-ho no és cap crim filosòfic, no s’acusa el fet de voler valorar el present que ens ocupa. El que resulta un crim filosòfic no es tant el fet de voler valorar, sota una perspectiva històrica, el progrés que es pugui haver donat en relació a moments passat a partir de les pre-concepcions determinades que siguin sobre què és el que ha possibilitat aquest possible progrés, sinó el fet d’aventurar-se a fer la valoració de que, donats uns paràmetres de coneixement i una realitat social determinats que, en relació a anteriors, ens poden semblar millors o pitjors, o sota una sèrie de prejudicis intel·lectuals de diversa classe sorgits d’un paradigma de coneixement determinat, el moment històric en el que ens trobem en el present és el “fi de la història”, i a partir d’aquí, ja no pot haver-hi res més.

La “falsa seguretat” que ens proporciona el fet de valorar un “estat de les coses” present sota la perspectiva històrica i sota la, a vegades, falsa bandera del “progrés”, ens invita a pensar que, evidentment, l’organigrama polític, social i econòmic és millor actualment que el que ho era en un passat on, per exemple, on abans imperava un despotisme il·lustrat o una dictadura declarada, actualment hi ha una democràcia lliberal. Però, què és el progrés i en quin sentit podem parlar d’un progrés veritable? Vista la situació, el progrés és un procés de refinament “continuat” (remarco la paraula “continuat”) del que satisfà un interès o una necessitat d’una societat determinada, i en aquest sentit segueix sent una necessitat governamental, organitzativa, i distributiva. I, pel fet de que el progrés sigui un procés  de refinament “continuat”, què marca els límits d’allò que s’entén per progrés i quan aquest deixa de ser progrés per passar a ser estancament i perpetuació? 

Evidentment, estem en molts sentits millor que segles enrere, sota unes estructures socioeconòmiques i polítiques que garanteixen a l’individu la seva llibertat i lliure desenvolupament en una societat que mira de coaccionar en la mínima mesura possible, i vist des d’aquesta perspectiva això significa un veritable progrés en relació al que teníem amb anterioritat, però, tot i així, existeixen mancances que queden pendents de resoldre i que han de seguir “refinant-se” en aquest camí imprevisible i imprecís que marca el que entenem per progrés. Sota aquesta perspectiva, i valorant el que valorem en l’actualitat en relació al passat, què legitima l’asseveració de que, actualment, estem en la millor de les situacions possibles tenint en compte que existeix un futur i, sobretot i el que és més important, tenint en compte de que som incapaços d’anticipar el que està per venir, el que està per succeir, el que li queda per recórrer a l’espècie humana en el seu refinament constant que rep el nom de progrés? Sota una mirada crítica, no res més que la falsa presumpció, l’excés de prepotència i el patent crim filosòfic que representa el fet de projectar cap al futur les nostres “falses seguretats” presents, tant vulnerables de ser refutades en un futur i tant susceptibles al canvi que pot suposar un “gir copernicà” de la mirada que deconstrueix els moments passats que oblidem que, dintre d’uns segles, aquesta realitat que avui dia valorem com a “fi de la història” serà un esdeveniment pertanyent al passat i que, la pròpia història ens diu que la marxa de l’ésser humà a través d’aquesta ha sigut, “contínuament” (i torno a remarcar aquí la paraula “contínuament”) una marxa constant, que veu el passat, que mira el present però que no pot veure el futur, que es mostra cega als esdeveniments que deparen a la humanitat en el seu camí de “progrés”, una marxa susceptible al canvi però, pel bé de l’activitat filosòfica, conscient d’aquest, una marxa constant, imparable, imprevisible cap a un estat diferent de coses.

Fukuyama, segons veiem, ha fet una interpretació errònia del que la marxa de l’ésser humà al llarg de la història ha ensenyat a la humanitat. Els intents de Fukuyama de donar estatut de “fi de la història” a l’estat actual de coses a un nivell ideològic, al triomf del model capitalista liberal occidental i la seva implementació gradual progressiva al llarg de tot el globus planetari són, en aquest sentit, i sota la perspectiva que hem tractat la qüestió, un autèntic crim filosòfic que, més que buscar raons filosòfiques autèntiques que salvin al model de la fragilitat dels esquemes organitzatius actuals davant de la imprevisibilitat de possibles esdeveniments futurs que actuïn com a revulsiu per a una creixent necessitat de canvi pel deteriorament intern que suposa el model capitalista busca fer un intent d’establiment, defensa i perpètuament de dit model i, de pas, de l’ Status Quo que representa aquesta concepció en concret. Per molt interioritzat i arrelat que tinguem el model capitalista en el que vivim, fins al punt de que des del dia que naixem, d’una forma més o menys directa, ens pre-configuren perquè acceptem i siguem partícips actius de la perpetuació de dit model, res ni ningú pot assegurar que, quan la necessitat general urgeixi, tal model es mantingui, així com ningú pot tampoc assegurar que aquest sigui el punt de màxim progrés en l’organigrama polític, social i econòmic de l’ésser humà. També els camperols i pagesos de l’edat mitjana tenien profundament interioritzats i arrelats la seva condició de servents del senyor feudal, però aquesta perspectiva s’ha refinat amb el temps, s’ha donat un progrés racional cap a una igualtat. I també cal tenir en compte que, per molt que per refinament haguem arribat aquí, aquest no és el final del camí, i la història ens dona múltiples exemples que, des de la nostra actualitat, podem corroborar com a exemples de que això és així, com també ho faràn els nostres descendents, si seguim el desenvolupament que ha tingut  la lògica històrica, quan valorin com han canviat les coses des d’una perspectiva històrica.

Més que parlar d’un “fi de la història” convindria parlar d’un “inici del present”. Un present que comença ara i que no acaba, que sempre està “present”. En aquest present, que comença i torna a començar instant rere instant, la situació és la que tenim, i no hi ha volta de fulla. La coneixem i la valorem i, en relació al que hi ha hagut, és evident que estem millor del que estàvem com també és evident que podem identificar un notable progrés valorant el que tenim en relació al que hi havia. Parlar, però, del moment present com a “fi de la història” comporta atemptar contra el principi d’imprevisibilitat que les nostres capacitats humanes tenen vers els esdeveniments futurs. Tot és possible en un futur, fins i tot el sorgiment, per necessitat, d’un tipus de civilització caracteritzada per un ésser humà molt més harmonitzat amb ell mateix i amb la naturalesa que, mitjançant un veritable perfeccionament intern, no precisi dels elements que avui dia resulten indispensables per a la nostra organització política, social i econòmica, com un govern, o la policia i els cossos de seguretat, o la necessitat d’una moneda i un banc que la reguli. Una societat que visqui en pau, al prendre consciència de la seva fragilitat dins un món que cada cop més es ressent de la nostra presència corruptora. Si podem imaginar-ho, és que és possible. No seria aquest un veritable “fi de la història” que garantitzaria un progrés molt més real en un sentit més ampli, més objectiu tenint en compte la possibilitat de que es donés un canvi de consciència de les necessitats reals en funció del nostre instint d’autopreservació com a espècie, diferent al que tenim actualment i que depèn de les necessitats que prenem com a primordials en aquest moment actual? 

La idea que tenim de progrés és relativa, i és en funció del que cadascú entengui per progrés que podem parlar d’un veritable “fi de la història”, però mai en un sentit objectiu del terme. Pretendre tintar d’objectivitat l’idea de final del progrés ideològic en un moment històric determinat en funció de les necessitats imperants en dit moment històric resulta presumptuós i no és res més que un exercici d’especulació, tant o més legítim com el que ens hem aventurat a fer. No queda altra solució en front a aquesta problemàtica del “fi de la història” que veure els arguments de Fukuyama com arguments relativistes, relatius al que ell contempla com una necessitat del moment present, però que no tenen perquè ser compartits. No queda altra solució que mostrar-se escèptics amb el que ha de venir, tenint en compte que hi ha un passat, que la història dona compte d’aquest passat i que ens explica perquè estem aquí, i és evident que hem d’aprendre d’aquest passat, com és evident, també, que hem de valorar on estem pel que hem viscut, però també és important tenir en compte que hi ha un futur i resulta del tot imprevisible, i el que de veritat importa, més que qualsevol altre cosa, és que hi ha un canvi constant, que hi ha un present que possibilita un futur que obre una perspectiva de canvi, un present que comença ara i torna a començar, instant rere instant.

No hi ha un veritable fi de la història: la història continua en el present.

viernes, 31 de mayo de 2013

No time

Set your dreams where nobody hides
Give your tears to the tide
No time
No time

There is no end, there is no goodbye
Disappear with the night
No time
No time
No time
No time
No time

M83 - Wait

martes, 28 de mayo de 2013

"Soltar, dejar, partir", de Jorge Bucay

"- Todo vale la pena. Porque somos quienes somos por aquello que hemos vivido. Somos quienes somos por aquello que algunas personas dejaron en nosotros, pero somos absolutamente quienes somos gracias a aquello que hemos perdido, gracias a eso que ya no está con nosotros.

- Es tan fácil darse cuenta cuando a uno no lo quieren: basta con mirar al otro fijamente a los ojos. ¿Alcanza con verlo moverse en el mundo? ¿Es suficiente con preguntarle o preguntarme? Si así fuera, ¿como se explica tanto desengaño? ¿Porque la gente se defrauda tan seguido si, en realidad, es tan sencillo darse cuenta de cuanto les importamos o no les importamos a los que queremos? ¿como puede asombrarnos el descubrimiento de la verdad del desamor? ¿como pudimos pensarnos queridos cuando, en realidad, no lo fuimos? Hay aquí algo para aprender: nadie es mas vulnerable a creerse algo falso que aquel que desea que la mentira sea cierta.

- Y es mentira que tenemos que cargar con cada cosa que hemos querido y valorado; y es mentira que debemos seguir adelante con todo lo de antes, con todo lo que ya no está. Perdemos. Perdemos no solo a través de la muerte sino a través del abandono, del cambio, a través de seguir adelante. Nuestras perdidas incluyen también nuestras renuncias conscientes o inconscientes: la perdida de los sueños románticos, la cancelación de nuestras esperanzas irrealizables, la perdida de las ilusiones de libertad, de poder, de seguridad y, porque no, tambien, la perdida de nuestra juventud.

Es imposible poder aceptar con una sonrisa todas las cosas que, lamentablemente, son ciertas e ineludibles. Hace falta aceptar la verdad que no queremos asumir de una vez y para siempre. Que nuestra madre va a dejarnos, y nosotros vamos a dejarla a ella, que el amor de nuestros padres nunca será exclusivamente para nosotros, que aquello que nos hiere no siempre puede ser remediado con besos, que esencialmente estamos aquí solos. Que tendremos que aceptar el amor mezclado con el odio, con lo bueno y con lo malo. Que a pesar de ser como se esperaba que sea una niña no podrá casarse con su padre, que alguna de nuestras elecciones estan limitadas por nuestra anatomia, que existen defectos y conflictos en todas las relaciones humanas. Que no importa cuan listos seamos, a veces nos toca perder. Habrá que aceptar que somos irremediablemente incapaces de ofrecer a nuestros seres queridos o a nostros mismos la protección contra todo peligro, contra todo dolor, contra el tiempo perdido, contra la vejez o contra la muerte.

- Muchas veces la vida está relacionada con soltar lo que alguna vez nos salvó, soltar las cosas a las cuales nos aferramos intensamente creyendo que tenerlas es lo que nos va a seguir salvando de la caida.

- Imagínate que vas por una selva. Te encuentras un río y debes seguir tu camino. El río es muy profundo, no lo puedes cruzar caminando, no hay un puente ni un barco ni un botero ni un vado. Entonces, durante dias y dias, durante semanas o meses, te dedicas a construir un bote, un bote que te permita cruzar el río. Y lo haces. Y estas contento contigo al otro lado del río porque construiste tu bote que te permitió seguir. Y piensas: "quizás haya otro río", "quizás pueda evitarme el trabajo de seguir construyendo otros botes", "debo llevar el bote conmigo". Y entonces, intento avanzar por la selva cargando con él, pero es tan difícil, es tan complicado... Tropiezo con cada rama, me llevo por delante cada liana... Es imposible, pero persisto. No quiero dejar este bote después de todo, ha sido tan útil para mi. Y sin embargo, esto, que un dia me salvó, este bote que un día representó la posibilidad de seguir, hoy es mi mayor impedimento. Ser un adulto significará aceptar que soy capaz de hacerlo, una vez más. Significará dejar atrás aquello que hoy no me sirve, aquello que alguna vez me sirvió pero que hoy no tiene sentido en este camino. Y apostar, a que si hay un nuevo río, seré hoy más sabio para construir un nuevo bote.

- No hay perdida que no implique una ganancia, un crecimiento personal, porque lo que sigue, despues de haber llorado cada perdida, despues de haber elaborado el duelo de cada ausencia, despues de habernos animado a soltar, es el encuentro con uno mismo enriquecido con aquello que hoy no tengo pero pasó por mi y también por la experiencia vivida en el proceso.

- Me dirás, es horrible pensar que la muerte de un ser querido significa una ganancia para mi. Yo entiendo. Podria dejar fuera de esta conversación la perdida de un ser querido, podria ponerla en el casillero de las excepciones, pero no creo que lo sea. En todo caso, la muerte de un ser querido es un hecho inevitable en nuestras vidas, y el crecimiento que de ello deviene, también. No estamos entrenados a pensar que no debemos sufrir. Hemos sido educados por nuestros amorosos padres para convencernos de que sufrir es algo dañoso, que sufrir nos puede destruir, que el dolor puede aniquilarnos. Pero el dolor es tan saludable en nuestras vidas como lo es la tristeza. El dolor es tan constructivo como puede ser cualquier alerta de que algo se ha desacomodado. Es importante no transformar el dolor en sufrimiento. El dolor es el paso por un lugar no deseado; el sufrimiento es armar una carpa y quedarse a vivir en ese lugar indeseable. El duelo es el pasaporte que nos saca del sufrimiento y que permite que el dolor pase.

- Pero es imposible dejar de desear y también es imposible poseer infinitamente y para siempre todo lo que deseamos. No somos omnipotentes, ninguno de nosotros puede ni podrá jamás tener todo lo que desea. ¿Existe la solución?

- Yo creo que existe. Y creo que está a la mano para cualquiera. La posibilidad es aprender a entrar y salir del deseo, es desarrollar la capacidad de desear sin quedarse pegado a ese deseo, sin agarrarle como se agarra un alpinista a la soga que cree que le va a salvar la vida. Aprender es, sobretodo, aprender a soltar: soltar herramientas que ya no necesito, soltar personas que ya he perdido, soltar situaciones que se transforman, soltar vínculos que cambian, soltar etapas de la propia vida que han quedado atrás, soltar los momentos que han terminado... Y cada uno de ellos ha sido una perdida que hay que devorar, han sido etapas de mi vida que han pasado, y es mi responsabilidad enriquecerme al despedirlas.

"Gran maestro -dijo el discípulo- he venido desde muy lejos para aprender de ti. Durante años he estudiado con todos los iluminados y gurus del país y todos han dejado mucha sabiduría en mi. Ahora creo que tu eres el único que puede completar mi búsqueda. Enseñame, maestro, lo que me falta saber.

Baduín el sabio, siempre sereno, le dijo que tendria mucho gusto en mostrarle todo lo que sabia, pero antes de empezar iban a beber un té. El alumno, agradecido, se sentó junto al maestro. Baduín trajo una tetera y dos tazas de té, ya llenas. Alcanzó una de ellas al alumno y tomó la otra. Antes de que el discípulo empezará a beber, Baduín empezó a volcar más té en la taza llena del alumno. El líquido no tardó en derramarse al plato, y del plato a la alfombra. "¡Maestro, maestro, por favor deja de echar el té sobre mi taza!", dijo el alumno. Baduín parecía no escucharlo. Luego, lo miró a los ojos y le dijo: "hasta que no seas capaz de vaciar tu taza, ni yo ni nadie podremos poner más conocimiento en ella".

- Hay que vaciarse para poder llenarse. Una taza, dice Krishnamurti, solo sirve cuando esta vacía. No sirve una taza llena: no hay nada que se pueda agregar en ella.

- Esta es tu vida. Vas a tener que deshacerte del contenido de tus tazas llenas si quieres llenarla otra vez. Tu vida se enriquece cada vez que llenas una taza, pero también se enriquece cada vez que la vacías, porque cada vez que vacías tu taza estas abriendo la posibilidad de llenarla de un contenido nuevo. Y una de las tazas que más me cuesta vaciar, y que seguramente más te cuesta vaciar a ti, es la imagen que tenemos del mundo, porque queremos atenernos a que el mundo siga siendo como nosotros lo vimos, porque no queremos aceptar que el mundo cambia, no queremos aceptar que el mundo no es como yo quiero que sea y que esto implica un duelo. Si me animo a soltar el contenido de la taza de un sueño, quizás, pueda encontrarme en la mejor ruta para descubrir la verdad.

- Hamlet Lima Quintana escribió una poesía, "Transferencia", que dice:
"Después de todo, la muerte es una gran farsante.
La muerte miente cuando anuncia que se robará la vida,
como si se pudiera cortar la primavera,
porque al final de cuentas la muerte solo puede robarnos el tiempo,
las oportunidades de sonreír, de comer una manzana,
de decir algún discurso, de pisar el suelo que se ama,
de encender el amor de cada día,
de dar la mano, de tocar la guitarra,
de transitar la esperanza, solo nos cambia los espacios,
los lugares donde extender el cuerpo,
bailar bajo la luna, o cruzar a nado un río,
habitar una cama, llegar a otra vereda,
sentarse en una rama,
descolgarse cantando de todas las ventanas.
Eso puede hacer la muerte, pero robar la vida,
robar la vida no puede.
No puede concretar esa farsa porque la vida,
la vida es una antorcha que va de mano en mano,
de hombre a hombre, de semilla en semilla,
una transferencia que no tiene regreso,
un infinito viaje hacia el futuro,
como una luz que aparta, irremediablemente, las tinieblas."

- Claro que cuesta trabajo soltar aquello que no tengo, claro que es trabajoso poder desligarse y empezar a pensar en lo que sigue. Por supuesto, es el peor de los desafíos que implica ser un adulto sano y, sin embargo, no hay otro camino. Este es el coraje, esta es la fortaleza de la madurez, saber que puedo afrontar lo que me pase, que inclusive puedo afrontar la idea de que alguna vez, alguna vez, yo mismo, no voy a estar. Quizás pueda, por el camino de entender lo transitorio de todos mis vínculos, aceptar también algunas de las cosas que son más difíciles de aceptar; que no soy infinito, que hay un tiempo para mi paso por este lugar y por este espacio. Y, sobretodo, que debo hacer hoy las cosas que voy dejando de lado.

Creo que lo que más nos duele cuando un ser querido se muere es aquello que no le dijimos, es aquello que no le acercamos, es aquello que no nos dijo. Son esas cosas pendientes las que nos duelen con la muerte de aquellos queridos. Bueno sería a empezar a darnos cuenta que este es el momento, quizás mañana no estés, quizás mañana yo no esté. Hoy es el día de llamarte y decirte lo que siento.

- La muerte de un ser querido, cualquiera que sea el vínculo, es la experiencia mas dolorosa que pueda pasar una persona. Toda la vida, en su conjunto, duele. Nos duele el cuerpo, nos duele la identidad y el pensamiento, nos duele la sociedad y nuestra relación con ella, nos duele el dolor de la familia y los amigos. Nos duele el corazón y el alma, duele el pasado, duele el presente, y, especialmente, duele el futuro.



Y la única manera es transitar ese dolor."

miércoles, 22 de mayo de 2013

Esclavos del tiempo

¿Hay algo que dure eternamente? ¿Algo que, con el paso del tiempo, permanezca inmutable, fijo, en un mismo estado, que no se vea vulnerado por las leyes del tiempo que todo lo cambian? Esta pregunta posiblemente tenga una respuesta muy fácil que la gran mayoría de personas estarian de acuerdo en compartir, y es que no, que todo cambia y que nada permanece en un mismo estado. Pero hoy me gustaria poner en duda este "conocimiento objetivo", esta realidad de las hechos adoptada comunmente como conocimiento por el saber popular.

Sin duda, nuestras experiencias nos hacen ver que nosotros mismos, así como la otra gente y, especialmente, la gente que convive con nosotros y comparte la realidad que nos rodea de una forma más cercana y conocida, sobre las cuales extraemos también experiencias, que todo ello, en definitiva, se ve expuesto a un cambio gradual y progresivo: que la gente cambia, que el mundo cambia, y que nosotros mismos cambiamos. Nosotros no eramos los mismos de hace unos años, nuestros amigos y conocidos tampoco lo son, así como tampoco lo es el mundo del que formamos parte, la realidad en la que existimos. Todo está sujeto al cambio, y el cambio se da en una sucesión temporal: lo que ahora es una cosa, al cabo de un tiempo es otra que, a primera vista puede parecer la misma pero que, en esencia, no lo es. Que las cosas cambien resulta un hecho innegable si las analizamos desde la perspectiva de la experiencia, de lo que obtenemos si miramos el mundo y lo analizamos no en un sentido estático de lo que en un momento dado entendemos como algo determinado, sino en un sentido temporal como algo que "no será así para siempre". Y ante esto, si esto es así, ¿qué certeza o seguridad tenemos de "conocer" (o "creer que conocemos") las cosas que nos pasan, las cosas que vivimos, la realidad, desde un punto de vista estático (es decir, establecer una serie de certezas de lo que consideramos ciertas verdades que permanezcan inmutables, a las que llamamos conocimiento y que creemos que van a ser válidas para siempre) y, por tanto, estar seguros de crear este conocimiento fijo y actuar consecuentemente en relación a él? Las cosas que hoy conocemos, o creemos que conocemos, porque así de evidentes se nos muestran a los ojos bajo la experiencia en un suceso de comprobaciones empíricas hechas a base de repetición, no tenemos la garantía de que en un futuro vayan a ser las mismas sobre las que hemos extraído certezas y edificado cierto conocmiento que creíamos inmutable en nuestras vidas.

Somos esclavos del tiempo, del paso del tiempo, del cambio que se da con el paso del tiempo. Las cosas que vivimos y que configuran nuestras vidas, en definitiva, que configuran poco a poco quienes somos, cambian con el tiempo, y este cambio, evidentemente, nos afecta en mayor o menor medida como individuos que participamos o sufrimos dicho proceso de cambio. Como respondemos ante este cambio que se da con el tiempo es algo que depende de cada cual, de su voluntad o de su capacidad de adaptación. Yo entiendo este proceso como la capacidad de cada cual para responder de una forma positiva o negativa ante una modificación, primeramente de las cosas que se nos dan y, seguidamente, de los esquemas mentales que cada uno se ha formado anteriormente y que se ven forzados a cambiar en base a ello. Sin duda, considero que es más fácil una adaptación física, notoria, externa, que una adaptación mental, más personal, interna, aunque muchas veces (la gran mayoría de ellas) la primera dependa de la segunda. Intentar controlarlo todo es imposible, intentar controlar y evitar que se den estos cambio no es algo que pueda hacerse porque simplemente, si la disposición está dada, es sencillamente inevitable. Lo único que podemos llegar a controlar es como responder ante estos cambios que inevitablemente sufrimos en nuestras vidas. Y esto es algo que se da en todos los individuos pero que cada inidividuo lo interpreta distintamente, de formas y maneras distintas en relación al sentir y al pensar de cada cual. Podriamos hablar de que, cuando se da un cambio determinado, se da una finalización de un estado de cosas y del conocimiento del mismo para posibilitar otro tipo de estados y, por tanto, de conocimientos. El transcurrir del tiempo de nuestras vidas consiste en esta "finitud de estados determinados" que dan paso a otro tipo de estados, los cuales exigen del que los sufre una reinterpretación y una redefinición si de lo que se trata es de aprender a convivir con este nuevo estado de las cosas.

Y, si es cierto que existe esta finitud de estados determinados con el paso del tiempo, finitud ésta relacionada con el cambio al que el ser humano se ve forzado a sufrir temporalmente, ¿como podemos seguir hablando de que ciertas cosas serán "para siempre"? Decir que algo "va a ser para siempre", siendo conscientes de este tipo de realidad que afecta inevitablemente las vidas de todos los seres humanos, es jugar con las ilusiones de los demás. Creer que esto es así, interiorizar este conocimiento hasta el punto de hacerlo nuestro, es engañarnos de una forma ilusa. Una persona puede creer, querer o desear que ciertas cosas sean para siempre, y, si es consciente de su creencia, su querer o su deseo, actuará consecuentemente para que las cosas sean así, dentro del margen de las posibilidades de las que disponga, pero cuando de lo que se trata es de interactuar con la realidad de los hechos, con la realidad que configura la vida, y la interpretación que otras personas hacen de ella, se crea un conflicto de intereses, la mayoría ocultos, que, aunque se manifiesten ante el ojo desnudo como en concordancia con lo que nosotros queremos, indudablemente entran en juego factores internos del creer, del sentir y el desear de cada cual que no tienen porque mostrarsenos directamente. El continuo trato que se da entre nosotros y los hechos que vivimos en la vida, el trato entre seres humanos y el creer interno en que conocemos algo o a alguien, aumenta nuestra confianza en ese algo o ese alguien si se nos da, conforme al paso del tiempo, como algo merecedor de esta confianza que le dipositamos, en relación a los hechos que observamos. La confianza que tenemos en las personas o en los hechos que se nos dan en la vida derivan de los estados de cosas que conforman las situaciones y en base a las cuales construimos dicha concepción de que "algo" o "alguien" merece nuestra confianza, derivada de nuestro conocimiento de ese "algo" o "alguien", porque las cosas se dan siguiendo un patrón de repetición y de creación de seguridad que así nos llevan a pensar. Pero, ¿cuando es suficiente seguridad? Pensamos, ilusos, que este estado de cosas se dará de forma constante e ininterrumpida "para siempre", no contemplamos la posibilidad de cambio, no tenemos en cuenta la, más que posibilidad, necesidad constante de cambio de todas las cosas que hay en el mundo, necesidad ésta que, dicho sea de paso, no entendemos, con pretensión de objetividad y desde nuestra perspectiva individual, como actua o en base a qué se rige para darse tal y como se da, continuamente, sin tregua ni descanso. Lo único importante, en realidad, es saber sobrevivir a lo que se da continuamente, y lo que se da, sin duda, son los hechos y su transformación, el cambio.

"Los hechos son cosas obstinadas; y cualesquiera que sean nuestros deseos, nuestras inclinaciones, o los dictados de nuestras pasiones, estos no pueden alterar el estado de los hechos y de la evidencia". Ésta frase define de una forma muy aceptable mi sentir personal con respecto a la situación. Por mucho que nos empeñemos en ver las cosas desde una perspectiva determinada condicionada por nuestros deseos, inclinaciones o los dictados de nuestras pasiones, las cosas son como son, son tal y como se dan, y de nada sirve negar una y otra vez la evidencia de lo que es, y lo que de verdad importa, al fin y al cabo, no son las palabras o las justificaciones que nos den o que nos demos, sino los propios hechos: en todo caso, si existiera algo inmutable en un momento dado, serían estos, los hechos mismos, por lo gravados que se quedan en nuestra memoria. No importan las promesas vacías de los demás o nuestras falsas ilusiones internas con respecto a los "para siempre" a los que, almenos yo, me agarro para tener un sustento de seguridad dentro de la inmensidad de posibilidades y multiplicidades en el transcurrir de la vida. Yo puedo regalar a los demás "para siempres" si soy consciente de lo que implica, pero no puedo esperar ni tener la certeza absoluta de que los "para siempres" ajenos sean, en realidad, lo que dicen ser, pues no puedo aspirar a controlar que las cosas se den como se corresponden nada más que en mi mismo. En todo caso, aprendo, esta seguridad que crea la certeza de que algo se va dando de una forma determinada y que merece nuestra confianza, se trata de una "falsa seguridad temporal" que nos sirve de sustento hasta que las cosas y los hechos decidan cambiar en base a su transcurrir interno errático e impredecible, siempre desde nuestra perspectiva de conocimiento individual subjetiva. Importa lo que vemos, lo que observamos, y lo que se da en nuestra vida en cada uno de los momentos en que decidimos observar y reflexionar sobre ello. En este sentido, nuestro conocimiento de las cosas, más que un conocimiento estático de un momento dado, se ve obligado a ser un conocimiento dinámico, un conocimiento consciente de que lo que ahora, para nosotros, observando una serie de estados de cosas, puede ser considerado como una verdad absoluta y ni se nos ocurriría dudar de la veracidad de la misma, en poco tiempo puede ser nada más que eso, una justificación más que evidente de que todo cambia porque todo está en movimiento hacia algo (hacia su realización, entendiendo que algo pueda llegar a realizarse en algun momento de su devenir, posiblemente al final del mismo), y la única seguridad que podemos tener es que las cosas van a cambiar, no sabemos cuando, pero las cosas cambiarán. Forma parte del funcionamiento mismo de toda existencia que esté incluida en el transcurrir de la cuarta dimensión, la dimensión temporal: cambia lo que nos afecta y vemos como bueno, cambia lo que nos afecta y vemos como malo, todo tiende a una transformación de la que no podemos sacar más conocimiento objetivo que el recuerdo y la experiencia personal que sacamos de lo que en un momento dado, para nosotros, eran grandes verdades indudables, y aprender, sobretodo aprender, de lo que al final resultaron ser grandes falsedades temporales (o simplemente, un conocimiento dinámico lo más genuinamente verdadero posible), siendo valoradas desde nuestra perspectiva temporal actual, debido a que, al fin y al cabo, somos, simplemente, esclavos del cambio, esclavos del tiempo.

lunes, 13 de mayo de 2013

Volcanes en erupción

Todos somos un volcán. Un volcán potencialmente en erupción. Por lo general, el volcán se encuentra en estado de reposo pero los volcanes que somos todos, en algun momento u otro, estallan. La erupción simboliza el cambio.

Las cosas que nos pasan son las cosas que al final hacemos nuestras, las cosas que interiorizamos, que conforman nuestra vida interior y las que conforman la historia personal de cada uno, conocida por nosotros mismos o en relación a como los demás lo ven, y en este sentido es imposible entender o comprender como uno es sin entender o comprender lo que uno ha sido, de donde viene, así como los procesos de calentamiento y enfiamiento internos. Esta persona es de tal o cual manera porque tal o cual acontecimiento ha sucedido en su vida, en general esta idea se contempla de una forma más o menos objetiva cuando intentamos establecer quien es alguien o como ha llegado a ser el que es. Si de lo que se trata es de buscar respuestas a un estado actual de reposo o de erupción, conviene comprender el curso de los acontecimientos que se han ido sucediendo en nuestra experiencia vital y que, antes que marcarnos por fuera, donde todo se ve para el ojo ajeno que nos mira superficialmente, nos marcan por primeramente dentro, donde solo pueden ver uno mismo o un ojo externo capaz de traspasar la carne con la mirada. Es, en un sentido continuado, que los volcanes estallan temporalmente en el interior de cada uno, y se manifiestan de forma más o menos notoria hacia el exterior, donde muchas veces no entendemos como alguien puede estar expulsando chorros de lava por doquier. A lo largo de la vida sufriremos todos y cada uno de nosotros múltiples erupciones más o menos importantes que nos afectan personalmente en mayor o menor medida, y cada una de ellas es tan beneficiosa, en el sentido de purificadora, como perjudicial, en el sentido de agotadora, para uno mismo y para su entorno si no es capaz de detenerla a tiempo antes de que los fuegos consuman todo lo que es importante para uno. Una erupción vacía y renueva el espacio interno, pero al mismo tiempo consume todo lo que se encuentra a su paso.

Cuando un volcán estalla, y esto sucede para bien o para mal, puede tratarse de un buen signo, como un ciclo natural necesario de purgación interior, de expulsión de residuos internos que a uno se le ha hecho realmente costoso e incontrolable contener dentro de sí mismo, o como un signo de saturación, de empacho, de lleno mental y emocional que, inevitablemente, tiene que salir. En general, una erupción volcánica dentro de cada uno se debe a un conjunto de cambios, cambios en los acontecimientos vividos y por tanto un cambio de la visión sostenida hacia algo o a una redefinición de los valores adoptados, y no entraré a valorar si es un cambio en sí positivo o negativo, simplemente la erupción se da, se manifiesta primero por dentro, haciendo consciente a uno mismo de que pronto va a estallar, y luego, cuando uno ya arde por dentro y chorrea lava por cada uno de los poros de su piel, por fuera, afectando a todo el que rodea al volcán llameante con patas que somos nosotros. Un hombre erupcionado es un hombre potencialmente peligroso, y si es consciente de su estado de peligrosidad por su expulsión de lava constante lo mejor que puede hacer, siendo consciente de su situación, es apartarse de sus seres queridos para minimizar los daños con respecto a los demás. Cuando alquien que nos quiere nos ve arder, por amor o por instinto intentará protegernos y salvaguardarnos, tratando de ayudarnos a apagar el incendio, y esto duele si es visto por los ojos de quien no puede controlarse a sí mismo, porque no queremos herir a nadie en el transcurso de la manifestación externa de nuestros procesos interiores. Pero si de verdad nos conoce y sabe de que se trata el asunto, sabrá que sufrir este tipo de colapsos internos y esta purga es algo en el fondo natural, fruto de los ciclos que todos hemos de ir pasando a lo largo de nuestras vivencias, sabrá que no hay volcán que eternamente suelte magma en todas direcciones y que todo tiende, a la larga, al resposo y a la extinción. Aunque, quien sabe si haciendo esto, uno logrará controlar su volcán personal y hallará para él mismo salvación.

Lo malo del asunto éste de los volcanes internos es cuando el volcán de uno mismo resulta incontrolable, y en vez de tendir a su propia extinción por procesos naturales como el tiempo o la falta de actividad sísmica, uno aviva los fuegos voluntaria o involuntariamente y acaba convirtiendo su mundo interno ya no en un simple volcán que de vez en cuando debe estallar sino en un auténtico infierno dantesco, dando cabida en su interior a la proliferación y perpetuación de demonios y de otros seres mosntruosos que acabarán por adueñarse de la voluntad de quien, en el fondo, puede llegar a controlar sus procesos erupcionales, pero no quiere porque se empeña en que todo arda, que todo se consuma, sin importarle uno mismo o los demás. Otra opción consiste en aguantar y tratar de retener estas erupciones, opción no recomendada porque nada es controlable para siempre y, cuando la situación se vuelva insostenible para uno mismo, la explosión interna puede ser más catastrófica, para uno mismo y para los demás, incluso que la mítica erupción volcánica de Pompeia. Un incendio interno con su consecuente erupción no es malo en sí mismo, es necesario y debe sucederse de vez en cuando, avivados los fuegos por uno mismo o por las cosas que vivimos, pero lo malo es cuando vivimos en un estado constante de perpetuación de nuestros fuegos, de explosión y piromancia inconsciente con nosotros mismos y con los demás, porque es entonces cuando tantos procesos seguidos pueden acabar pasando factura de un forma verdaderamente sin retorno. La cuestión reside, pues, en tratar de minimizar los daños colaterales de dichas erupciones siempre que se pueda, daños colaterales que pueden afectar tanto a uno mismo como a los que nos rodean, porque junto con el madurar viene la toma de consciencia de las situaciones, el conocimiento a uno mismo y sobre como funcionan sus procesos.

Todos somos un volcán. Un volcán potencialmente en erupción. Todos pasamos por momentos en los que es necesario entrar en erupción de una forma loca e irracional, de una forma incontrolable. Pero la vida que se erige a nuestro alrededor la conforman muchas personas que, aun siendo ellas mismas también volcanes en potencia, sin duda para nosotros son magníficas ciudades que viven asentadas en la base de nuestra montaña, que conviven y comparten su espacio con el nuestro, ciudades con una larga historia de convivencia y supervivencia con nosotros a las que conviene no cubrir de fuego y roca ni reducirlas a escombros a causa de nuestras erupciones cíclicas inevitables. Somos enormes titanes rocosos que, en ocasiones, tenemos como sangre ríos de lava y magma circulando en nuestro interior con odio y rabia, con un enorme poder de destrucción con capacidad para reducirlo todo a cenizas, y todos nos encontramos con momentos en los que no se contempla otra opción que estallar y soltar el magma que nos llena en todas direcciones, no nos queda otra que destruir inconscientemente todo rastro de vida a nuestro alrededor, no queremos el murmullo de la civilización, sólo queremos soledad y disfrutar del canto de los pájaros que se posan en las lomas de nuestra montaña. Somos volcanes, sí. Pero tenemos bonitas ciudades de seres humanos a nuestro alrededor. Y nosotros, al mismo tiempo, también somos ciudades alrededor de los volcanes que son los demás. Tenemos un compromiso no escrito pero conocido de respeto y preservación bidireccional para nosotros mismos y para los demás.Vivamos siendo lo que somos, conscientes de nuestra situación de volcanes que pueden erupcionar, conscientes de lo que somos para los demás pero también, pero, sobretodo, y esto es lo más importaante, de lo que los demás son para nosotros.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Choque de mundos

A menudo trato de entender que, a pesar de la realidad que todos podemos ver y sobre la cual todos podriamos emitir juicios más o menos objetivos, coherentes y establecer acuerdos, existen microrealidades dentro de cada uno, que solo son conocidas por uno mismo y sobre las cuales nos resulta muy difícil establecer criterios objetivos al respecto. ¿Qué conforma estas microrealidades internas y hasta que punto somos más dependientes de ellas que de la realidad objetiva, física, a la cual pertenecemos?

Yo entiendo la cuestión de la siguiente forma: la realidad es, existe, y transcurre en un sentido temporal, continuamente se va dando, en un escenario y como una linea de acontecimientos que se van sucediendo y que la van modificando mientras se dan y, al mismo tiempo, nos modifican también a nosotros, como seres "dentro de" ella y partícipes de la misma. Continuamente se dan y transcurren de forma paralela las microrealidades de cada cual que pueden llegar a afectar lo global del asunto, la realidad misma: esta microrealidad de cada cual es el pensamiento. Todas estas microrealidades estan sobrepuestas a la realidad principal o macrorealidad e interactuan con ella mediante el acto, en este sentido tenemos cierto "poder" innegable para transformar la realidad misma fuera de nuestra realidad interna, desde nuestro pensamiento. Es una retroalimentación: la realidad nos cambia y nosotros cambiamos la realidad. A menudo, es dificil establecer qué fue lo primero: la realidad misma o la realidad interna de cada cual, debido a esta retroalimentación continua que se da entre ambas. ¿Estabamos primero nosotros, como consciencia infinita que se encarnó en cuerpos o, simplemente, no existiamos antes de la creación del universo y del mundo? El punto de vista teológico sostiene que alguien, Dios, pensó el mundo y luego lo creó, así como pensó y creó al hombre a su imagen y semejanza; el punto de vista de la ciencia defiende, por el contrario, que el universo se creó a través del Big Bang y que éste está en continua expansión, y una serie de condiciones dadas determinadas en este planeta, de temperatura, de clima, de azar, etc posibilitaron, mediante múltiples casualidades, la vida. Pero, ¿donde se sitúa nuestra consciencia individual, nuestra individualidad, nuestra inteligencia, nuestro pensar desde nosotros, en este transcurso y devenir de los hechos? ¿Dios se lo dio a los hombres o la naturaleza posibilitó su desarrollo? Resulta complicado establecer como se ha dado el pensamiento propio sea cual sea la posición que defendamos.

El choque realidad interna subjetiva/realidad externa objetiva es constante. En este sentido, cuando vemos a alguien o alguien nos ve a nosotros actuar de una forma determinada, conociendo la realidad misma en la que estamos pero con desconocimiento de la realidad interna que nos configura inicialmente, y este actuar no se da de acuerdo a "como deberia ser" dadas unas pautas de realidad determinadas, tendemos a juzgar a esa persona, no valoraré si de forma justa o injusta, por desconocimiento de algo más importante que la realidad misma bajo la que actua y que más fuertemente le configura, es decir su microrealidad interna. Conocer a alguien, creer conocer a alguien, resulta complicado teniendo en cuenta que bajo la carcasa de carne que somos, en cada uno de nosotros se esconde un mundo a menudo complejo y muy distinto que el que se da simplemente a la vista, y conocer a alguien no es conocer su interacción con la realidad sino conocer la fuerza motriz invisible que le lleva a hacer tal o cual cosa.

Así pues, nos encontramos con microrealidades subjetivas (nosotros) que estan ahí, compartiendo espacio y tiempo en una macrorealidad objetiva (mundo) y que se retroalimentan las unas con la otra constantemente para cambiarse entre sí, desde tiempos que van más allá de lo que nadie pueda recordar. Esto es así pero, ¿desde donde y hacia donde? ¿con qué objetivo inicial, con qué meta final, si es que somos capaces de contemplar la magnitud de tal empresa en la interacción que se da entre realidades? ¿Existen verdaderamente individuos genuinos, dotados de libre albedrío y de auténtica capacidad de decisión y actuación, que piensan por sí mismos, o solamente existe una consciencia infinita individualizada, vista por nosotros como individuos aislados a modo de ilusión? De todos modos, obviando esta observación, una cuestión más importante reside en el modo en el que se da la conexión entre mundo y seres humanos: ¿de verdad estamos interactuando y cambiando la realidad para un beneficio de la misma y, en última instancia, para beneficio de la humanidad? ¿Estamos en el buen camino en nuestra conexión de realidades? ¿Es el mundo donde vivimos un organismo vivo, al igual que lo somos los humanos, y nosotros somos un virus, una enfermedad que padece la Tierra, una especie de cáncer que la corrompe desde dentro y que la propia Tierra intenta erradicar, mediante sistemas de defensa naturales como las grandes catástrofes? Todo son pensamientos, hipótesis, que se hace la vida entorno a sí misma, preguntas que se han hecho muchos en algun momento de la historia y, aun así, aquí estamos, sin respuesta a estas preguntas que parece que van más allá de nuestra capacidad de conocimiento. Porque, ¿cuál es el objetivo final? y, ¿para qué estamos aquí? Parece que el pensar sobre esto, el pensar sobre nosotros y nuestra situación en este mundo, pensar en este choque de realidades entre una realidad objetiva, que es el mundo y su devenir, y una multiplicidad creciente de realidades subjetivas, que somos nosotros y nuestro devenir, resulta tarea imposible por lo inabarcable del asunto para una mente que es incapaz de abarcar la totalidad. Pero debe haber algo que podamos hacer para evitar que este choque de mundos acabe con un colapso total en el que no haya ni vencedores ni vencidos, sino solo extinción de todo.

El planeta Tierra es nuestro hogar, es solo un punto infinitamente pequeño y minúsculo en comparación a la inmensidad inconcecible del Universo, y es tarea nuestra, considero, conservarlo y preservarlo, pues le debemos la posibilidad de vida. Para ello, primero hemos de comprenderlo, ser capaces de sincronizar nuestra voluntad, nuestras microrealidades, bajo un fin realmente productivo en un sentido de "vida", con la realidad que nos ofrece para "vivir en él". Un mejor conocimiento o una respuesta inteligente y sensata a las preguntas que a menudo nos resultan tan inconcebibles podria darnos una pequeña pista de la dirección hacia la que hemos de ir, y quizá así descubramos, por el camino, nuestro verdadero orígen como especie. Está en juego elegir qué es lo que queremos: por un lado, una comunión con el planeta en el máximo grado que sea posible, el convivir y retroalimentarse mutuamente del mismo sin que éste sufra las consecuencias de nuestra codicia, avaricia y sobreexplotación para una serie de fines que a la larga no quedan en nada más que un acto desmesurado de soberbia humana mediante un abuso sin precedentes de lo que éste nos da, o, por otro lado y a la larga, la devastación, aniquilación y destrucción del mismo y, por lo tanto, la destrucción de nosotros mismos junto a nuestro hábitat natural del cual nos nutrimos y vivimos, solo por no haber sido capaces de decir "basta" cuando la situación se estaba volviendo ya realmente insostenible para la realidad del mundo. Es una elección que pronto deberemos tomar si lo que queremos es entender o dar un verdadero sentido a nuestras existencias, combinando así de la forma más evolucionada posible la interacción entre realidad externa objetiva y realidad interna subjetiva. Y una auténtica evolución humana reside en potenciar nuestra "humanidad" mediante nuestras formas de concebirnos a nosotros mismos y al planeta, el único y verdadero Dios al que debemos dar las gracias de ser y hemos de rendir homenaje. No solo en el desarrollo de la ciencia, la industria y la técnica reside la evolución, evolucionar no solo nos permite crear nuevas herramientas y tecnologías para explotar de una forma más productiva los recursos que éste nos otorga, sino que la auténtica ciencia y técnica que debemos desarrollar es la del conocimiento de como podemos, mediante lo que tenemos, adaptarnos mejor al medio sin dañarlo. Ciencia, indústria, técnica, grandes inventos, indispensables para nuestro desarrollo como especie, pero sin una pizca de humanidad y de sensibilidad ambiental nos llevan inevitablemente a la catástrofe, pues la Tierra se resiente de las heridas que le infringimos y, consciente del daño que le suponemos, a la larga se encargará de acabar con nosotros, pero no nos engañemos: nosotros mismos habremos sido la causa de nuestra tragedia sin precedentes, y cuando ya no se pueda hacer nada nos maldeciremos a nosotros mismos por no haber hecho algo cuando aún quedaba tiempo para redirigir el rumbo del mundo.

Todo esto me lleva, de nuevo, a la pregunta que me hacía al principio ¿qué conforma estas microrealidades internas y hasta que punto somos más dependientes de ellas que de la realidad objetiva, física, a la cual pertenecemos? Las microrealidades internas las conforman las vivencias de las que todos y cada uno de nosotros somos partícipes en nuestro paso por este escenario siempre cambiante que es el mundo. Quienes somos depende de nuestras micreorealidades, de nuestra forma de ser, de nuestra forma de pensar, y todo está relacionado en gran medida con lo que cojemos del mundo externo y lo hacemos nuestro, lo adaptamos a nuestro ser. No hay posibilidad de ser lo que somos, seres humanos, sin la experiencia que se manifiesta en nuestro vivir diario en un sentido inmediato y a través de las distintas edades de la humanidad en un sentido más amplio. Si llega un punto en que lo que vemos no nos gusta y no lo cojemos, no tendremos más remedio que tratar de inventar algo nuevo, y así es como es posible un cambio del mundo, a través de un cambio de mentalidad. Debemos romper totalmente con lo que hasta ahora se nos ha explicado que es el único camino posible, y empezar a plantear nuevas alternativas de vida. Dependemos enormemente de la realidad que se nos da y, al mismo tiempo, la realidad depende de nosotros hasta límites insospechados. Tenemos el poder de cambiarla y al mismo tiempo la misma nos cambia a nosotros. Somos amos y esclavos al mismo tiempo, somos dueños de lo que queremos que el mundo sea y al mismo tiempo somos prisioneros de lo que el mundo depara para nosotros. Dependemos de la realidad tanto como ella depende de nosotros. Lo que se nos da en el mundo es lo que cojemos y, como tal, conformamos nuestras realidades internas que, al mismo tiempo, inteactuan con el mundo. Es una perpetuación de lo mismo, que se reproduce tanto internamente como externamente, y es misión imposible establecer cual es el inicio de esta rueda de creación de la que participamos. Sin embargo, el rumbo no es el correcto, solo hay que observar lo que tenemos para llegar a la conclusión de que, a la larga, no podemos seguir así. Si alguien puede hacer algo para redirigir el rumbo de los acontecimientos ese alguien somos nosotros, la humanidad.

Deben darse cambios, pero deben darse cambios primeramente en la consciencia, en las microrealidades de cada cual, y deben darse al identificar un rumbo incorrecto de nuestra interacción con la realidad y al mostrarse en desacuerdo con el mismo rumbo, y es en este sentido que nosotros somos más dependientes de nuestra microrealidad interna que de la macrorealidad objetiva física ya que, por mucho que estemos condicionados por ella, siempre podemos cambiarla si vamos todos a una. Si dependemos de la realidad física y dejamos que el mundo vaya hacia donde ha de ir, tal y como estan las cosas, estamos condenados al fracaso como especie, a la extinción y a quedarnos en el camino de la evolución como una anécdota de lo que "no ha de ser" cuando razas extraterrestres estudien la vida y muerte de la civilización humana. Esto será así, solo es cuestión de tiempo y de no hacer nada. Pero, si por el contrario abogamos por una toma de consciencia y redefinimos nuestro rol para con nosotros mismos y para con el mundo, es posible llegar a pensar que podamos verdaderamente evolucionar hasta un nivel de consciencia que nos salve incluso del cataclismo solar con el que estamos condenados a terminar la función. Lo que es seguro es que si todo sigue tal cual está, la Tierra se volcará sobre si misma y sobre nosotros mucho antes de que llegue el fin del Sistema Solar, y toda responsabilidad recaerá sobre nosotros y sobre nuestra incapacidad para no identificar nuestros errores y ponerles freno. Todo viene de dentro de uno mismo, querer algo es lo que lo hace posible: si queremos el cambio, tendremos el cambio; si no lo queremos, no lo tendremos. Es así de simple y, al mismo tiempo, así de complicado.

martes, 7 de mayo de 2013

Costumbre de huir

Creo firmemente en una idea más o menos objetiva y cierta: la realidad externa que vivimos es la manifestación de la realidad interna que queremos. ¿Qué implica esto?

Lo que hay en el mundo, lo que vemos que hay en el mundo, todo ello, anteriormente ha sido considerado/pensado por alguien. El mundo, nuestra realidad, es transformación constante, transformación y creación. El estado de las cosas más próximo a nosotros, la realidad que se nos da, depende totalmente de la multiplicidad de realidades que han ido pensando y configurando esta realidad, la historia es la transformación de todas ellas. El mundo no es como es y punto: el mundo es así porque queremos, parece que en gran mayoría, y consciente o inconscientemente, que sea así. No es más que una cuestión de voluntad, de como queremos que sea el mundo. Pero no se trata de que todos queramos de forma unívoca que el mundo sea como es, se trata de un choque y enfrentamiento de voluntades, una balanza que siempre se acaba decantando por la voluntad de unos pocos, mejor preparados, más listos, más poderosos, que se impone sobre las demás, que hacen que, de forma oculta y sistemática, los demás deseen que esto sea asï. Juegan con la suggestión y la anulación mediante la ridiculización o imposibilitación de todo pensamiento distinto. Todo el aparato de conocimiento, de configuración del ser humano que se nos da desde que nacemos, se nos da para "aceptar" esta realidad, este estado de cosas, este funcionamiento del mundo. Esto implica que cualquier persona que, por los motivos que sea, decide ver el mundo de una forma distinta y no está para nada de acuerdo en la forma en que funciona todo, sea visto por el otro, que actua como su "policia", el configurado/adaptado, el individuo que acepta y participa de como son las cosas, como un ser raro, huidizo, con una mentalidad que no está para nada en armonía con la suya y con la del mundo en el que estamos. Se señala a estos individuos con muchos nombres, el principal de ellos "inadaptado". Surje aquí una controversia con mi propia manera de ver este asunto: si la realidad externa (el mundo) es lo que la gran mayoría experimenta en su realidad interna (pensamiento), qué lugar queda para el que piensa el mundo de una forma distinta a la que es? ¿Qué papel le queda a este/estos individuo/individuos en un mundo tan lejano a como ellos entienden que deberia ser?

¿Qué es ser un inadaptado en los tiempos que corren, en la realidad que nos toca vivir? Es ser alguien que no quiere participar, que dice "pues no me da la gana participar si las reglas del juego son estas", tiendo a pensar que de una forma consciente y premeditada. Alguien desvinculado, alguien que no se siente representado (hablo de valores, de funcionamiento, de interiorización y conocimiento de ambos), alguien que dice "no" a lo que ve en el mundo, que dice "no" a la gran mayoría de participaciones e implicaciones que la sociedad espera de él como miembro de la misma, como "preservador encubierto" del "status quo". Creo firmemente en que cualquier persona en sus sanas capacidades mentales que piense sobre el estado actual de las cosas en nuestra sociedad y reflexione de una forma libre sobre si está de acuerdo o no con lo que ve y con lo que le toca ser partícipe, no estará, en menor o mayor medida, de acuerdo con muchos de los aspectos que este estado actual de cosas le ofrece a él, el individuo que piensa sobre ello. Llegados a este punto, ¿el individuo simplemente se adapta, sobrevive, o hace algo al respecto? Todos pensamos unas cosas u otras pero la gran mayoría intenta pensar lo mínimo y simplemente se adapta y sobrevive, pues por mucho que sea consciente de este estado de las cosas del cual no está de acuerdo no queda otra que subirse al tren de la vida e ir a donde les lleve, a lo que somos a cada momento. El grupo de gente que piensa sobre el estado del mundo y, evidentemente, es consciente de la realidad del asunto e intenta hacer algo al respecto en la medida que les sea posible, es un grupo muy, muy reducido dentro del gran conglomerado social que ni siquiera piensa sobre estas cosas, porque lo ajetreado de sus vidas y el "esclavismo mínimamente remunerado" al que la gran mayoría de seres humanos se ve partícipe le imposibilitan este ejercicio de abstracción y reflexión de lo que son sus vidas y de lo que podrían ser. Es cuestión de alinear la disposición de la mayoría para que no piensen, o no piensen bien, Sin esta reflexión, el individuo no piensa que el estado de las cosas pueda ser mejor, o distinto, de otra forma, simplemente vive, sobrevive, en su dia a dia, y mientras su situación sea mínimamente sostenible y pueda ir tirando hacia delante, el individuo no necesita pensar en nada más allá de la especialización en la que éste contribuya al mundo, en la gran mayoría de casos metido de lleno en situaciones de mecanización y repetición, como si se tratara de mantras profundamente arraigados, en el dia a dia de su vida.

La situación es complicada, y nada difícil de solucionar (si es que hay algo por solucionar, y en este aspecto pienso que sí, y mucho). Somos firmes defensores de la libertad de expersión, pero es una libertad de expresión falsa, mutilada, huérfana del factor clave que la posibilita y la legitimiza, que es la libertad de pensamiento. Si no pensamos, si simplemente reptimos lo que nos dicen que reptitamos (la educación, los medios de comunicación, los políticos, los "expertos" de los distintos campos dentro de la multiplicidad social y un sinfin más de individuos "individuadores" de seres domesticados y apacibles que garanticen una perpetuación de lo que hay), si defendemos la libertad de expresión sin libertad de pensamiento, se trata de una libertad de expresión vana, estéril, no verdadera. La libertad de expresión debe darse gracias a una libertad de pensamiento. Libertad de expresión es expresar, mediante el pensamiento, mediante la reflexión, mediante el sostenimiento y la valoración de todas las posibilidades abarcables, el estar tanto de acuerdo con el estado de las cosas como no estarlo. En este sentido, es legítimo que el individuo que piense y llegue a la conclusión de que a él, por sus circunstancias personales, ya le está bien que las cosas esten así, defienda las cosas tal como son, al igual que es legítimo que el que no está de acuerdo manifieste su desacuerdo, como si le fuera la vida en ello, pues estamos hablando de algo que, como he dicho, configura el mundo, que es de todos y de nadie, hasta extremos insospechados. La realidad que vivimos, sin embargo, es una realidad en la que poco o nada hemos podido decir la gran mayoría de seres humanos que la conformamos, y estoy seguro que muchos cambiariamos esta realidad en muchos, demasiados, de sus aspectos. Y por lo que parece, aquí surje otra contradicción: a pesar de mi convencimiento de que alguien que reflexionará llegaría a la inevitable conclusión de que el mundo está mal y hay que retocar muchos aspectos, pocos son los que, haciendo uso de su libertad de expresión, se expresan libremente para denotar que así es como piensan. ¿Hasta que punto estamos condicionados para callar y aceptar? Pero, como me dije al principio, las decisiones, al fin y al cabo, acaban residiendo en unos pocos que acaban por convencer o, mejor dicho, por sedar a los muchos para que acepten que lo que hay es lo mejor, lo que se les da es "el mejor de los mundos posibles", sin necesidad de pensar en alternativas. Y esto, hasta cierto punto, es comprensible, porque, ¿en qué momento de la historia los seres humanos no pensabamos que la realidad en la que viviamos era la realidad absoluta, la única posible, y sin embargo, con el paso de los años, hemos cambiado a un modelo de sociedad, a un tipo de mundo, distinto, irreconocible con respecto a versiones anteriores del mismo? Lo que yo señalo aquí es que en este mundo en concreto, nuestro autoconvencimiento (condicionado) en que los valores que seguimos y el modelo social al que respondemos es correcto es tremendamente exagerado hasta el punto de casi imposibilizar un cambio de ningún tipo. Estamos tan empapados de "como funciona todo" que da hasta miedo pensar que todo "puede llegar a" funcionar de otro forma.

Cuando yo llegué a este mundo, y creo que de la misma forma en que cuando la gran mayoria de seres humanos lo hicieron, nadie les puso un contrato delante en el cual se contemplara todas las acciones que se presupone que los seres humanos hemos de ir haciendo en cada uno de los momentos de nuestra vida, así como las clausulas de nuestros derechos y obligaciones o lo que se espera de mi, como individuo miembro de esta sociedad y, en última instancia, de este mundo. En este sentido, me contemplo a mi mismo como un inidivuo hasta cierto punto libre de hacer lo que me plazca, pues a nivel legal (y entendiendo la legalidad como algo más o menos útil dentro de nuestra sociedad moderna) yo no he firmado que esté de acuerdo en nada de lo que se presupone que, como miembro de todo esto, me veo obligado a hacer, por contrato. Pero, aún así, si no lo hago, se me ve como individuo "raro", "extraño", "inadaptado": es, en este sentido, que los seres humanos son, en gran medida, vigilantes y policias de las vidas de los demás, porque si no identificamos lo que entendemos como normalidad en nuestras vidas en el comportamiento de los demás, se nos caen los esquemas de lo que es normal, y esto no es lo que necesitamos, pues buscamos estabilidad, rehuimos del caos.  El caos nos asusta, queremos orden y a partir de este orden obtener certezas, todos nosotros corremos en busca de orden y certezas, de grandes verdades (aunque a menudo mentiras) sobre las cuales podamos construir el edificio de nuestras vidas con fundamentos que consideramos sólidos e inamovibles (mantras, cuentos de fantasía que nos han hecho repetir tantas y tantas veces y hemos repetido tantas y tantas veces por nosotros mismos que hemos olvidado que, en última instancia, son mentira) y eso lo vemos como "bueno". Rehuimos del caos por verlo como algo incierto, cambiante, inestable, "malo". El orden en nuestras vidas es "bueno", el caos es "malo", bajo estas ideas que de forma más o menos interna tenemos aceptamos ciertos preceptos y modos de vivir y bajo ellos nos construimos, poco a poco y mediante los años, una identidad, un "quien somos", nos ubicamos en el mundo y nos establecemos un rol personal presupuesto e interiorizado junto con los roles sociales que se nos interioriza y se nos presupone a nosotros.

La vida de un individuo normal, comunmente aceptada, en esta sociedad occidental en la que vivo, y bajo el punto de vista en el que analizo mi realidad (no puede ser otra que la que vivo, aunque soy consciente de que existen otras manifestaciones más o menos distintas de lo que se espera o se presupone que el ser humano ha de hacer en cada momento de su vida) es la siguiente: nacemos, nos educan nuestros padres bajo unos valores más o menos coherentes con lo que se espera de nosotros en el mundo (este es el primer factor configurador), aprendemos y jugamos (bendito juego, bendita imaginación, posiblemente el primer y último reducto de libertad de pensamiento del que participamos), vamos a la escuela, a primaria, a secundaria, algunos a la universidad, hasta donde lleguemos (y este punto es el punto casi definitivo de nuestra configuración como individuos sociales, individuos miembros de un conglomerado social determinado), nos enamoramos, nos rompen el corazón, aprendemos, nos volvemos a enamorar, rompemos un corazón, aprendemos de nuevo sobre el amor, creemos que ya no podemos aprender más sobre el amor y, entonces, nos semi-enamoramos, ya más conscientes de la realidad cambiante del amor, y posiblemente nos casamos, desaprendemos, obtenemos un trabajo a partir del cual podamos, mínimamente, subsistir (sobrevivir) que, en la mayoría de casos, no responde para nada a nuestra auténtica vocación o potencialidad individual, vivimos unas vidas de trabajo/servidumbre hasta que nos liberamos de ello mediante una remuneración cada vez menos justa y es entonces, cuando ya estamos en el ocaso de nuestras vidas, que se nos permite vivir dentro de ciertos límites, hasta el fin de nuestras vidas, en el que en el mejor de los casos, si no nos quedamos por el camino, morimos con una sonrisa rodeados de lágrimas de nuestros seres queridos.Con esto se resumen las aspiraciones de muchos cuando se les pregunta "y tu, ¿qué esperas de tu vida?

Hemos visto tantas vidas de seres humanos sucederse así de una forma normal y han sido considerados individuos con unas vidas plenas y felices que esta es la vida que todos firmaríamos tener, sin complicaciones ni cosas raras, nada más que una repetición de lo que todos los demás hacen, o suelen hacer, en cada momento de sus vidas, encerrándonos así inconscientemente en una cárcel de posibilidades en la que cualquier cosa que no sea este tipo de vida es visto de una forma indeseable, incluso una vida de ir "a contracorriente". Todo lo que no sea una vida así, no nos llena. La vida "cánon", la vida canónica, la vida del ser humano tal y como deberia ser, nos dicen, es así, y esta costumbre la tenemos tan interiorizada que la hacemos nuestra, y al que no tenga una vida así nos apenamos de él, "pobre, tres carreras y no encuentra trabajo" o "pobre, con cuarenta años y aún no se ha casado", o "pobre, es un perdido y siempre va a serlo", y valoramos, establecemos juicios de valor, como si nosotros fueramos los jueces supremos de lo que "debes ser en la vida", aunque no sea "tu" vida. Y si tomamos consciencia de que nuestra vida no es así, presuponiendo que se espera de nosotros que así sea, vienen las crisis, nos frustramos y no somos felices con lo que tenemos porque no logramos los objetivos que nos hemos planteado o los que se espera de nosotros desde las múltiples vertientes configuadoras de nuestras vidas (família, amigos, el resto de la sociedad...) que, evidentemente, esperan de nosotros que nuestra vida se dé de una forma más o menos homogénea, similar a este cánon, y con ello debemos contentarnos y ser felices. Tomamos la repetición, el emular al otro, el tomar como referencia al otro y ser igual o mejores que los demás en estos aspectos como un reto ante la vida, y nos aferramos a ello hasta hacerlo nuestra única razón de ser, nuestro lugar en el mundo, el ser alguien en la vida bajo estas directrices, estos fundamentos a partir de los cuales podemos identificar qué somos y hacia donde queremos ir. El objetivo, nada claro de identificar, se nos identifica claramente bajo estas presuposiciones externas que hacemos nuestras. Esto es así en la gran mayoría de los seres humanos, que se contentan con lo que hay o ni siquiera valoran si se contentan con ello porque no son conscientes de hasta qué punto estan configuradas sus decisiones, determinados por lo que "debería" de ser su vida se contentan con que todo esto sea así porque no tienen tiempo ni ganas para pensar que todo pueda llegar a ser de otra manera. El ser humano es un ser, en su generalidad, que se rige hasta límites insospechados por la costumbre y emulación del hacer normalizado por la masa de la que participa y se nutre (aceptado, visto como "bueno" o "justo", retribuido posteriormente en forma de reconocimiento) de la masa social a la que pertenece, por miedo, por conformismo, por pereza a ser uno mismo, que quizá está en total disonancia con lo que la gran mayoria de gente hace. Al ser humano, en general, ni siquiera le interesa pensar que todo pueda llegar a ser de otra forma que la que le dicen que ha de ser y de la que ha estado preparado para ser. Han sido tantos los aspectos que el ser humano ha recolectado de la costumbre, de lo que es normal, y ha hecho suyos mediante la interiorización de los mismos, que el individuo se autoconvence a sí mismo de que es lo que quiere ser bajo esta cárcel de posibilidades.Y, aún así, defiende la libertad de expresión, lo que muchas veces entiendo como "libertad de repetición".

Y dentro de todo esto ¿cual es el papel que pueden tener en este mundo los individuos "inadaptados"? He hablado de un aspecto de la vida, uno de los aspectos que más configuran a la mayoría de seres humanos, que son el tipo de vida que llevan, una vida plenamente adaptada a lo que hay y a lo que se espera de ellos. Lo he hecho no para demostrar mi disconformidad con respecto a que la vida de alguien no tenga de ser así si esta persona lo elige libermente y de la forma menos condicionada socialmente, pues cada uno es libre de elegir (si de verdad "elige") lo que quiere hacer con su vida, y en este sentido no tengo nada que decir, sino que lo he hecho para ilustrar que existe la posibilidad de diferencia con respecto a lo canónico, una diferencia que no sabemos hasta que cierto punto podría desembocar en un cambio en la visión que tenemos del mundo en un sentido global. En contraposición a este tipo de pensar que configura la mayoría del grueso social, hay individuos que no cierran sus posibilidades a que su vida sea de esta forma, sino que contemplan otro tipo de inmensidad sin definir, sin objetivos concretos ni tipos de vida estándares, conscientes de que, conforme a su naturaleza, si aceptan el tipo de vida que se propone, esta, "su" vida, pueda quedarse reducida, a la larga, a un inevitable regreso al caos mediante una revelación espontánea del tipo "qué estoy haciendo con mi vida? ¿soy realmente feliz haciendo lo que estoy haciendo? Y esto les lleve a acabar con todo, porque uno no puede seguir mintiéndose a si mismo diciendose que así es feliz. Estos individuos vistos como "inadaptados", que rehuyen sistemáticamente de aceptar los mantras sociales con los que se nos bombardea constantemente desde muchas aspectos de la realidad, sin duda, son objeto de pureza en un sentido que debe entenderse bien para no malinterpretarse. Es inevitable pensar, porque es inviable pensar que no sea así, que todos venimos determinados o preconfigurados por ciertos prejuicios sociales que nos dictan nuestras formas de ser y actuar y que se nos van dando de forma inevitable a lo largo de nuestro devenir vital, pero la cuestión es hasta que punto lo estamos, hasta que punto somos conscientes de que lo estamos y hasta que punto queremos dejar que estos aspectos determinen y condicionen lo que nuestra vida ha de ser, lo que de verdad queremos que sea, a un nivel más o menos amplio, con posibilidad de elegir. Estos "inadaptados" pueden llegar a ser para el mundo la refinición de nuestras prioridades, la posibilidad de cambio de consciencia que, a no ser que queramos extinguir pronto y mal, deberiamos tomar.

Es difícil expresar todo esto sin caer en contradicciones con uno mismo y con lo que uno ha hecho o dejado de hacer en ciertos momentos de su vida porque, como digo, nadie se libra de ser partícipe de lo que "toca hacer" en cada momento pues, aislándose completamente de eso, uno no viviría de ninguna forma en un mundo que, evidentemente, funciona así. Sería un individuo "fuera del mundo". Llevar a cabo un pensamiento de forma extrema, transformándolo continuamente en acto mismo hasta hacer del propio pensamiento una realidad (como en el caso de Diógenes de Sínope y sus convicciones filosóficas, caso particular porque se debe saber cuales fueron sus circunstancias personales que le llevaron a la posibilización de su "modo de vida"), haciendo que este pensamiento configure la totalidad del ser de cada uno, no siempre es fácil ni recomendable (aunque resta en la elección de cada uno el hacerlo o no) pero sí es posible empaparse continuamente, en el mayor grado que nos sea posible, de lo que uno es y que este "ser uno mismo" nos guie, cada vez más y más fuertemente, en nuestra vida para que no surjan las preguntas derrotistas e inevitables para todo aquel que no está lo máximo posible en paz y armonía con lo que uno es y actúa consecuentemente con el conocimiento de ese "ser", y no del que viene dado o del que se espera de él. En última instancia, está en juego la felicidad de cada uno y, por supuesto, la felicidad de los que nos rodean y nos quieren, y es en este sentido en el que todos deberiamos ser, aunque, a veces, cueste, aunque sea difícil, por bien a uno mismo, por bien a los demás, por justícia con todos y con nosotros, un poco "inadaptados": ser "nosotros mismo", dudar, cuestionar, criticar, destruir... pero siempre para volver a construir.

Este mundo necesita, en general y bajo mi punto de vista, un cambio de mentalidad: falta espiritualidad, es necesaria una redefinición de valores, falta sobretodo verdadera "humanidad" consciente de su situación actual. ¿En qué momento se puso el dinero por delante de la propia humanidad? "Demasiada gente, muy pocas personas". Cuando uno ve como funciona el mundo y no le gusta lo que ve, de nada sirve lamentarse. De nada sirve, tampoco, querer cambiar el mundo "desde el mundo mismo", en una primera instancia. El cambio debe venir "desde uno mismo", desde todos y cada uno de los unos mismos del mundo. Se trata de derrocar antiguas costumbres e idear otras nuevas, el cambio no debe asustarnos, pues forma parte del devenir. Se trata de tener la costumbre de huir, una huida continua hacia uno mismo, una huida para ver continuamente la realidad que uno desearía ver y convencerse, contrariamente a la opinión de la mayoría, de que es posible, y ésta es la única forma en que podemos lograrlo, porque la realidad externa es la manifestación de la realidad interna. Solo así la realidad se transforma, solo así el mundo puede cambiar.