miércoles, 8 de mayo de 2013

Choque de mundos

A menudo trato de entender que, a pesar de la realidad que todos podemos ver y sobre la cual todos podriamos emitir juicios más o menos objetivos, coherentes y establecer acuerdos, existen microrealidades dentro de cada uno, que solo son conocidas por uno mismo y sobre las cuales nos resulta muy difícil establecer criterios objetivos al respecto. ¿Qué conforma estas microrealidades internas y hasta que punto somos más dependientes de ellas que de la realidad objetiva, física, a la cual pertenecemos?

Yo entiendo la cuestión de la siguiente forma: la realidad es, existe, y transcurre en un sentido temporal, continuamente se va dando, en un escenario y como una linea de acontecimientos que se van sucediendo y que la van modificando mientras se dan y, al mismo tiempo, nos modifican también a nosotros, como seres "dentro de" ella y partícipes de la misma. Continuamente se dan y transcurren de forma paralela las microrealidades de cada cual que pueden llegar a afectar lo global del asunto, la realidad misma: esta microrealidad de cada cual es el pensamiento. Todas estas microrealidades estan sobrepuestas a la realidad principal o macrorealidad e interactuan con ella mediante el acto, en este sentido tenemos cierto "poder" innegable para transformar la realidad misma fuera de nuestra realidad interna, desde nuestro pensamiento. Es una retroalimentación: la realidad nos cambia y nosotros cambiamos la realidad. A menudo, es dificil establecer qué fue lo primero: la realidad misma o la realidad interna de cada cual, debido a esta retroalimentación continua que se da entre ambas. ¿Estabamos primero nosotros, como consciencia infinita que se encarnó en cuerpos o, simplemente, no existiamos antes de la creación del universo y del mundo? El punto de vista teológico sostiene que alguien, Dios, pensó el mundo y luego lo creó, así como pensó y creó al hombre a su imagen y semejanza; el punto de vista de la ciencia defiende, por el contrario, que el universo se creó a través del Big Bang y que éste está en continua expansión, y una serie de condiciones dadas determinadas en este planeta, de temperatura, de clima, de azar, etc posibilitaron, mediante múltiples casualidades, la vida. Pero, ¿donde se sitúa nuestra consciencia individual, nuestra individualidad, nuestra inteligencia, nuestro pensar desde nosotros, en este transcurso y devenir de los hechos? ¿Dios se lo dio a los hombres o la naturaleza posibilitó su desarrollo? Resulta complicado establecer como se ha dado el pensamiento propio sea cual sea la posición que defendamos.

El choque realidad interna subjetiva/realidad externa objetiva es constante. En este sentido, cuando vemos a alguien o alguien nos ve a nosotros actuar de una forma determinada, conociendo la realidad misma en la que estamos pero con desconocimiento de la realidad interna que nos configura inicialmente, y este actuar no se da de acuerdo a "como deberia ser" dadas unas pautas de realidad determinadas, tendemos a juzgar a esa persona, no valoraré si de forma justa o injusta, por desconocimiento de algo más importante que la realidad misma bajo la que actua y que más fuertemente le configura, es decir su microrealidad interna. Conocer a alguien, creer conocer a alguien, resulta complicado teniendo en cuenta que bajo la carcasa de carne que somos, en cada uno de nosotros se esconde un mundo a menudo complejo y muy distinto que el que se da simplemente a la vista, y conocer a alguien no es conocer su interacción con la realidad sino conocer la fuerza motriz invisible que le lleva a hacer tal o cual cosa.

Así pues, nos encontramos con microrealidades subjetivas (nosotros) que estan ahí, compartiendo espacio y tiempo en una macrorealidad objetiva (mundo) y que se retroalimentan las unas con la otra constantemente para cambiarse entre sí, desde tiempos que van más allá de lo que nadie pueda recordar. Esto es así pero, ¿desde donde y hacia donde? ¿con qué objetivo inicial, con qué meta final, si es que somos capaces de contemplar la magnitud de tal empresa en la interacción que se da entre realidades? ¿Existen verdaderamente individuos genuinos, dotados de libre albedrío y de auténtica capacidad de decisión y actuación, que piensan por sí mismos, o solamente existe una consciencia infinita individualizada, vista por nosotros como individuos aislados a modo de ilusión? De todos modos, obviando esta observación, una cuestión más importante reside en el modo en el que se da la conexión entre mundo y seres humanos: ¿de verdad estamos interactuando y cambiando la realidad para un beneficio de la misma y, en última instancia, para beneficio de la humanidad? ¿Estamos en el buen camino en nuestra conexión de realidades? ¿Es el mundo donde vivimos un organismo vivo, al igual que lo somos los humanos, y nosotros somos un virus, una enfermedad que padece la Tierra, una especie de cáncer que la corrompe desde dentro y que la propia Tierra intenta erradicar, mediante sistemas de defensa naturales como las grandes catástrofes? Todo son pensamientos, hipótesis, que se hace la vida entorno a sí misma, preguntas que se han hecho muchos en algun momento de la historia y, aun así, aquí estamos, sin respuesta a estas preguntas que parece que van más allá de nuestra capacidad de conocimiento. Porque, ¿cuál es el objetivo final? y, ¿para qué estamos aquí? Parece que el pensar sobre esto, el pensar sobre nosotros y nuestra situación en este mundo, pensar en este choque de realidades entre una realidad objetiva, que es el mundo y su devenir, y una multiplicidad creciente de realidades subjetivas, que somos nosotros y nuestro devenir, resulta tarea imposible por lo inabarcable del asunto para una mente que es incapaz de abarcar la totalidad. Pero debe haber algo que podamos hacer para evitar que este choque de mundos acabe con un colapso total en el que no haya ni vencedores ni vencidos, sino solo extinción de todo.

El planeta Tierra es nuestro hogar, es solo un punto infinitamente pequeño y minúsculo en comparación a la inmensidad inconcecible del Universo, y es tarea nuestra, considero, conservarlo y preservarlo, pues le debemos la posibilidad de vida. Para ello, primero hemos de comprenderlo, ser capaces de sincronizar nuestra voluntad, nuestras microrealidades, bajo un fin realmente productivo en un sentido de "vida", con la realidad que nos ofrece para "vivir en él". Un mejor conocimiento o una respuesta inteligente y sensata a las preguntas que a menudo nos resultan tan inconcebibles podria darnos una pequeña pista de la dirección hacia la que hemos de ir, y quizá así descubramos, por el camino, nuestro verdadero orígen como especie. Está en juego elegir qué es lo que queremos: por un lado, una comunión con el planeta en el máximo grado que sea posible, el convivir y retroalimentarse mutuamente del mismo sin que éste sufra las consecuencias de nuestra codicia, avaricia y sobreexplotación para una serie de fines que a la larga no quedan en nada más que un acto desmesurado de soberbia humana mediante un abuso sin precedentes de lo que éste nos da, o, por otro lado y a la larga, la devastación, aniquilación y destrucción del mismo y, por lo tanto, la destrucción de nosotros mismos junto a nuestro hábitat natural del cual nos nutrimos y vivimos, solo por no haber sido capaces de decir "basta" cuando la situación se estaba volviendo ya realmente insostenible para la realidad del mundo. Es una elección que pronto deberemos tomar si lo que queremos es entender o dar un verdadero sentido a nuestras existencias, combinando así de la forma más evolucionada posible la interacción entre realidad externa objetiva y realidad interna subjetiva. Y una auténtica evolución humana reside en potenciar nuestra "humanidad" mediante nuestras formas de concebirnos a nosotros mismos y al planeta, el único y verdadero Dios al que debemos dar las gracias de ser y hemos de rendir homenaje. No solo en el desarrollo de la ciencia, la industria y la técnica reside la evolución, evolucionar no solo nos permite crear nuevas herramientas y tecnologías para explotar de una forma más productiva los recursos que éste nos otorga, sino que la auténtica ciencia y técnica que debemos desarrollar es la del conocimiento de como podemos, mediante lo que tenemos, adaptarnos mejor al medio sin dañarlo. Ciencia, indústria, técnica, grandes inventos, indispensables para nuestro desarrollo como especie, pero sin una pizca de humanidad y de sensibilidad ambiental nos llevan inevitablemente a la catástrofe, pues la Tierra se resiente de las heridas que le infringimos y, consciente del daño que le suponemos, a la larga se encargará de acabar con nosotros, pero no nos engañemos: nosotros mismos habremos sido la causa de nuestra tragedia sin precedentes, y cuando ya no se pueda hacer nada nos maldeciremos a nosotros mismos por no haber hecho algo cuando aún quedaba tiempo para redirigir el rumbo del mundo.

Todo esto me lleva, de nuevo, a la pregunta que me hacía al principio ¿qué conforma estas microrealidades internas y hasta que punto somos más dependientes de ellas que de la realidad objetiva, física, a la cual pertenecemos? Las microrealidades internas las conforman las vivencias de las que todos y cada uno de nosotros somos partícipes en nuestro paso por este escenario siempre cambiante que es el mundo. Quienes somos depende de nuestras micreorealidades, de nuestra forma de ser, de nuestra forma de pensar, y todo está relacionado en gran medida con lo que cojemos del mundo externo y lo hacemos nuestro, lo adaptamos a nuestro ser. No hay posibilidad de ser lo que somos, seres humanos, sin la experiencia que se manifiesta en nuestro vivir diario en un sentido inmediato y a través de las distintas edades de la humanidad en un sentido más amplio. Si llega un punto en que lo que vemos no nos gusta y no lo cojemos, no tendremos más remedio que tratar de inventar algo nuevo, y así es como es posible un cambio del mundo, a través de un cambio de mentalidad. Debemos romper totalmente con lo que hasta ahora se nos ha explicado que es el único camino posible, y empezar a plantear nuevas alternativas de vida. Dependemos enormemente de la realidad que se nos da y, al mismo tiempo, la realidad depende de nosotros hasta límites insospechados. Tenemos el poder de cambiarla y al mismo tiempo la misma nos cambia a nosotros. Somos amos y esclavos al mismo tiempo, somos dueños de lo que queremos que el mundo sea y al mismo tiempo somos prisioneros de lo que el mundo depara para nosotros. Dependemos de la realidad tanto como ella depende de nosotros. Lo que se nos da en el mundo es lo que cojemos y, como tal, conformamos nuestras realidades internas que, al mismo tiempo, inteactuan con el mundo. Es una perpetuación de lo mismo, que se reproduce tanto internamente como externamente, y es misión imposible establecer cual es el inicio de esta rueda de creación de la que participamos. Sin embargo, el rumbo no es el correcto, solo hay que observar lo que tenemos para llegar a la conclusión de que, a la larga, no podemos seguir así. Si alguien puede hacer algo para redirigir el rumbo de los acontecimientos ese alguien somos nosotros, la humanidad.

Deben darse cambios, pero deben darse cambios primeramente en la consciencia, en las microrealidades de cada cual, y deben darse al identificar un rumbo incorrecto de nuestra interacción con la realidad y al mostrarse en desacuerdo con el mismo rumbo, y es en este sentido que nosotros somos más dependientes de nuestra microrealidad interna que de la macrorealidad objetiva física ya que, por mucho que estemos condicionados por ella, siempre podemos cambiarla si vamos todos a una. Si dependemos de la realidad física y dejamos que el mundo vaya hacia donde ha de ir, tal y como estan las cosas, estamos condenados al fracaso como especie, a la extinción y a quedarnos en el camino de la evolución como una anécdota de lo que "no ha de ser" cuando razas extraterrestres estudien la vida y muerte de la civilización humana. Esto será así, solo es cuestión de tiempo y de no hacer nada. Pero, si por el contrario abogamos por una toma de consciencia y redefinimos nuestro rol para con nosotros mismos y para con el mundo, es posible llegar a pensar que podamos verdaderamente evolucionar hasta un nivel de consciencia que nos salve incluso del cataclismo solar con el que estamos condenados a terminar la función. Lo que es seguro es que si todo sigue tal cual está, la Tierra se volcará sobre si misma y sobre nosotros mucho antes de que llegue el fin del Sistema Solar, y toda responsabilidad recaerá sobre nosotros y sobre nuestra incapacidad para no identificar nuestros errores y ponerles freno. Todo viene de dentro de uno mismo, querer algo es lo que lo hace posible: si queremos el cambio, tendremos el cambio; si no lo queremos, no lo tendremos. Es así de simple y, al mismo tiempo, así de complicado.

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