viernes, 31 de mayo de 2013

No time

Set your dreams where nobody hides
Give your tears to the tide
No time
No time

There is no end, there is no goodbye
Disappear with the night
No time
No time
No time
No time
No time

M83 - Wait

martes, 28 de mayo de 2013

"Soltar, dejar, partir", de Jorge Bucay

"- Todo vale la pena. Porque somos quienes somos por aquello que hemos vivido. Somos quienes somos por aquello que algunas personas dejaron en nosotros, pero somos absolutamente quienes somos gracias a aquello que hemos perdido, gracias a eso que ya no está con nosotros.

- Es tan fácil darse cuenta cuando a uno no lo quieren: basta con mirar al otro fijamente a los ojos. ¿Alcanza con verlo moverse en el mundo? ¿Es suficiente con preguntarle o preguntarme? Si así fuera, ¿como se explica tanto desengaño? ¿Porque la gente se defrauda tan seguido si, en realidad, es tan sencillo darse cuenta de cuanto les importamos o no les importamos a los que queremos? ¿como puede asombrarnos el descubrimiento de la verdad del desamor? ¿como pudimos pensarnos queridos cuando, en realidad, no lo fuimos? Hay aquí algo para aprender: nadie es mas vulnerable a creerse algo falso que aquel que desea que la mentira sea cierta.

- Y es mentira que tenemos que cargar con cada cosa que hemos querido y valorado; y es mentira que debemos seguir adelante con todo lo de antes, con todo lo que ya no está. Perdemos. Perdemos no solo a través de la muerte sino a través del abandono, del cambio, a través de seguir adelante. Nuestras perdidas incluyen también nuestras renuncias conscientes o inconscientes: la perdida de los sueños románticos, la cancelación de nuestras esperanzas irrealizables, la perdida de las ilusiones de libertad, de poder, de seguridad y, porque no, tambien, la perdida de nuestra juventud.

Es imposible poder aceptar con una sonrisa todas las cosas que, lamentablemente, son ciertas e ineludibles. Hace falta aceptar la verdad que no queremos asumir de una vez y para siempre. Que nuestra madre va a dejarnos, y nosotros vamos a dejarla a ella, que el amor de nuestros padres nunca será exclusivamente para nosotros, que aquello que nos hiere no siempre puede ser remediado con besos, que esencialmente estamos aquí solos. Que tendremos que aceptar el amor mezclado con el odio, con lo bueno y con lo malo. Que a pesar de ser como se esperaba que sea una niña no podrá casarse con su padre, que alguna de nuestras elecciones estan limitadas por nuestra anatomia, que existen defectos y conflictos en todas las relaciones humanas. Que no importa cuan listos seamos, a veces nos toca perder. Habrá que aceptar que somos irremediablemente incapaces de ofrecer a nuestros seres queridos o a nostros mismos la protección contra todo peligro, contra todo dolor, contra el tiempo perdido, contra la vejez o contra la muerte.

- Muchas veces la vida está relacionada con soltar lo que alguna vez nos salvó, soltar las cosas a las cuales nos aferramos intensamente creyendo que tenerlas es lo que nos va a seguir salvando de la caida.

- Imagínate que vas por una selva. Te encuentras un río y debes seguir tu camino. El río es muy profundo, no lo puedes cruzar caminando, no hay un puente ni un barco ni un botero ni un vado. Entonces, durante dias y dias, durante semanas o meses, te dedicas a construir un bote, un bote que te permita cruzar el río. Y lo haces. Y estas contento contigo al otro lado del río porque construiste tu bote que te permitió seguir. Y piensas: "quizás haya otro río", "quizás pueda evitarme el trabajo de seguir construyendo otros botes", "debo llevar el bote conmigo". Y entonces, intento avanzar por la selva cargando con él, pero es tan difícil, es tan complicado... Tropiezo con cada rama, me llevo por delante cada liana... Es imposible, pero persisto. No quiero dejar este bote después de todo, ha sido tan útil para mi. Y sin embargo, esto, que un dia me salvó, este bote que un día representó la posibilidad de seguir, hoy es mi mayor impedimento. Ser un adulto significará aceptar que soy capaz de hacerlo, una vez más. Significará dejar atrás aquello que hoy no me sirve, aquello que alguna vez me sirvió pero que hoy no tiene sentido en este camino. Y apostar, a que si hay un nuevo río, seré hoy más sabio para construir un nuevo bote.

- No hay perdida que no implique una ganancia, un crecimiento personal, porque lo que sigue, despues de haber llorado cada perdida, despues de haber elaborado el duelo de cada ausencia, despues de habernos animado a soltar, es el encuentro con uno mismo enriquecido con aquello que hoy no tengo pero pasó por mi y también por la experiencia vivida en el proceso.

- Me dirás, es horrible pensar que la muerte de un ser querido significa una ganancia para mi. Yo entiendo. Podria dejar fuera de esta conversación la perdida de un ser querido, podria ponerla en el casillero de las excepciones, pero no creo que lo sea. En todo caso, la muerte de un ser querido es un hecho inevitable en nuestras vidas, y el crecimiento que de ello deviene, también. No estamos entrenados a pensar que no debemos sufrir. Hemos sido educados por nuestros amorosos padres para convencernos de que sufrir es algo dañoso, que sufrir nos puede destruir, que el dolor puede aniquilarnos. Pero el dolor es tan saludable en nuestras vidas como lo es la tristeza. El dolor es tan constructivo como puede ser cualquier alerta de que algo se ha desacomodado. Es importante no transformar el dolor en sufrimiento. El dolor es el paso por un lugar no deseado; el sufrimiento es armar una carpa y quedarse a vivir en ese lugar indeseable. El duelo es el pasaporte que nos saca del sufrimiento y que permite que el dolor pase.

- Pero es imposible dejar de desear y también es imposible poseer infinitamente y para siempre todo lo que deseamos. No somos omnipotentes, ninguno de nosotros puede ni podrá jamás tener todo lo que desea. ¿Existe la solución?

- Yo creo que existe. Y creo que está a la mano para cualquiera. La posibilidad es aprender a entrar y salir del deseo, es desarrollar la capacidad de desear sin quedarse pegado a ese deseo, sin agarrarle como se agarra un alpinista a la soga que cree que le va a salvar la vida. Aprender es, sobretodo, aprender a soltar: soltar herramientas que ya no necesito, soltar personas que ya he perdido, soltar situaciones que se transforman, soltar vínculos que cambian, soltar etapas de la propia vida que han quedado atrás, soltar los momentos que han terminado... Y cada uno de ellos ha sido una perdida que hay que devorar, han sido etapas de mi vida que han pasado, y es mi responsabilidad enriquecerme al despedirlas.

"Gran maestro -dijo el discípulo- he venido desde muy lejos para aprender de ti. Durante años he estudiado con todos los iluminados y gurus del país y todos han dejado mucha sabiduría en mi. Ahora creo que tu eres el único que puede completar mi búsqueda. Enseñame, maestro, lo que me falta saber.

Baduín el sabio, siempre sereno, le dijo que tendria mucho gusto en mostrarle todo lo que sabia, pero antes de empezar iban a beber un té. El alumno, agradecido, se sentó junto al maestro. Baduín trajo una tetera y dos tazas de té, ya llenas. Alcanzó una de ellas al alumno y tomó la otra. Antes de que el discípulo empezará a beber, Baduín empezó a volcar más té en la taza llena del alumno. El líquido no tardó en derramarse al plato, y del plato a la alfombra. "¡Maestro, maestro, por favor deja de echar el té sobre mi taza!", dijo el alumno. Baduín parecía no escucharlo. Luego, lo miró a los ojos y le dijo: "hasta que no seas capaz de vaciar tu taza, ni yo ni nadie podremos poner más conocimiento en ella".

- Hay que vaciarse para poder llenarse. Una taza, dice Krishnamurti, solo sirve cuando esta vacía. No sirve una taza llena: no hay nada que se pueda agregar en ella.

- Esta es tu vida. Vas a tener que deshacerte del contenido de tus tazas llenas si quieres llenarla otra vez. Tu vida se enriquece cada vez que llenas una taza, pero también se enriquece cada vez que la vacías, porque cada vez que vacías tu taza estas abriendo la posibilidad de llenarla de un contenido nuevo. Y una de las tazas que más me cuesta vaciar, y que seguramente más te cuesta vaciar a ti, es la imagen que tenemos del mundo, porque queremos atenernos a que el mundo siga siendo como nosotros lo vimos, porque no queremos aceptar que el mundo cambia, no queremos aceptar que el mundo no es como yo quiero que sea y que esto implica un duelo. Si me animo a soltar el contenido de la taza de un sueño, quizás, pueda encontrarme en la mejor ruta para descubrir la verdad.

- Hamlet Lima Quintana escribió una poesía, "Transferencia", que dice:
"Después de todo, la muerte es una gran farsante.
La muerte miente cuando anuncia que se robará la vida,
como si se pudiera cortar la primavera,
porque al final de cuentas la muerte solo puede robarnos el tiempo,
las oportunidades de sonreír, de comer una manzana,
de decir algún discurso, de pisar el suelo que se ama,
de encender el amor de cada día,
de dar la mano, de tocar la guitarra,
de transitar la esperanza, solo nos cambia los espacios,
los lugares donde extender el cuerpo,
bailar bajo la luna, o cruzar a nado un río,
habitar una cama, llegar a otra vereda,
sentarse en una rama,
descolgarse cantando de todas las ventanas.
Eso puede hacer la muerte, pero robar la vida,
robar la vida no puede.
No puede concretar esa farsa porque la vida,
la vida es una antorcha que va de mano en mano,
de hombre a hombre, de semilla en semilla,
una transferencia que no tiene regreso,
un infinito viaje hacia el futuro,
como una luz que aparta, irremediablemente, las tinieblas."

- Claro que cuesta trabajo soltar aquello que no tengo, claro que es trabajoso poder desligarse y empezar a pensar en lo que sigue. Por supuesto, es el peor de los desafíos que implica ser un adulto sano y, sin embargo, no hay otro camino. Este es el coraje, esta es la fortaleza de la madurez, saber que puedo afrontar lo que me pase, que inclusive puedo afrontar la idea de que alguna vez, alguna vez, yo mismo, no voy a estar. Quizás pueda, por el camino de entender lo transitorio de todos mis vínculos, aceptar también algunas de las cosas que son más difíciles de aceptar; que no soy infinito, que hay un tiempo para mi paso por este lugar y por este espacio. Y, sobretodo, que debo hacer hoy las cosas que voy dejando de lado.

Creo que lo que más nos duele cuando un ser querido se muere es aquello que no le dijimos, es aquello que no le acercamos, es aquello que no nos dijo. Son esas cosas pendientes las que nos duelen con la muerte de aquellos queridos. Bueno sería a empezar a darnos cuenta que este es el momento, quizás mañana no estés, quizás mañana yo no esté. Hoy es el día de llamarte y decirte lo que siento.

- La muerte de un ser querido, cualquiera que sea el vínculo, es la experiencia mas dolorosa que pueda pasar una persona. Toda la vida, en su conjunto, duele. Nos duele el cuerpo, nos duele la identidad y el pensamiento, nos duele la sociedad y nuestra relación con ella, nos duele el dolor de la familia y los amigos. Nos duele el corazón y el alma, duele el pasado, duele el presente, y, especialmente, duele el futuro.



Y la única manera es transitar ese dolor."

miércoles, 22 de mayo de 2013

Esclavos del tiempo

¿Hay algo que dure eternamente? ¿Algo que, con el paso del tiempo, permanezca inmutable, fijo, en un mismo estado, que no se vea vulnerado por las leyes del tiempo que todo lo cambian? Esta pregunta posiblemente tenga una respuesta muy fácil que la gran mayoría de personas estarian de acuerdo en compartir, y es que no, que todo cambia y que nada permanece en un mismo estado. Pero hoy me gustaria poner en duda este "conocimiento objetivo", esta realidad de las hechos adoptada comunmente como conocimiento por el saber popular.

Sin duda, nuestras experiencias nos hacen ver que nosotros mismos, así como la otra gente y, especialmente, la gente que convive con nosotros y comparte la realidad que nos rodea de una forma más cercana y conocida, sobre las cuales extraemos también experiencias, que todo ello, en definitiva, se ve expuesto a un cambio gradual y progresivo: que la gente cambia, que el mundo cambia, y que nosotros mismos cambiamos. Nosotros no eramos los mismos de hace unos años, nuestros amigos y conocidos tampoco lo son, así como tampoco lo es el mundo del que formamos parte, la realidad en la que existimos. Todo está sujeto al cambio, y el cambio se da en una sucesión temporal: lo que ahora es una cosa, al cabo de un tiempo es otra que, a primera vista puede parecer la misma pero que, en esencia, no lo es. Que las cosas cambien resulta un hecho innegable si las analizamos desde la perspectiva de la experiencia, de lo que obtenemos si miramos el mundo y lo analizamos no en un sentido estático de lo que en un momento dado entendemos como algo determinado, sino en un sentido temporal como algo que "no será así para siempre". Y ante esto, si esto es así, ¿qué certeza o seguridad tenemos de "conocer" (o "creer que conocemos") las cosas que nos pasan, las cosas que vivimos, la realidad, desde un punto de vista estático (es decir, establecer una serie de certezas de lo que consideramos ciertas verdades que permanezcan inmutables, a las que llamamos conocimiento y que creemos que van a ser válidas para siempre) y, por tanto, estar seguros de crear este conocimiento fijo y actuar consecuentemente en relación a él? Las cosas que hoy conocemos, o creemos que conocemos, porque así de evidentes se nos muestran a los ojos bajo la experiencia en un suceso de comprobaciones empíricas hechas a base de repetición, no tenemos la garantía de que en un futuro vayan a ser las mismas sobre las que hemos extraído certezas y edificado cierto conocmiento que creíamos inmutable en nuestras vidas.

Somos esclavos del tiempo, del paso del tiempo, del cambio que se da con el paso del tiempo. Las cosas que vivimos y que configuran nuestras vidas, en definitiva, que configuran poco a poco quienes somos, cambian con el tiempo, y este cambio, evidentemente, nos afecta en mayor o menor medida como individuos que participamos o sufrimos dicho proceso de cambio. Como respondemos ante este cambio que se da con el tiempo es algo que depende de cada cual, de su voluntad o de su capacidad de adaptación. Yo entiendo este proceso como la capacidad de cada cual para responder de una forma positiva o negativa ante una modificación, primeramente de las cosas que se nos dan y, seguidamente, de los esquemas mentales que cada uno se ha formado anteriormente y que se ven forzados a cambiar en base a ello. Sin duda, considero que es más fácil una adaptación física, notoria, externa, que una adaptación mental, más personal, interna, aunque muchas veces (la gran mayoría de ellas) la primera dependa de la segunda. Intentar controlarlo todo es imposible, intentar controlar y evitar que se den estos cambio no es algo que pueda hacerse porque simplemente, si la disposición está dada, es sencillamente inevitable. Lo único que podemos llegar a controlar es como responder ante estos cambios que inevitablemente sufrimos en nuestras vidas. Y esto es algo que se da en todos los individuos pero que cada inidividuo lo interpreta distintamente, de formas y maneras distintas en relación al sentir y al pensar de cada cual. Podriamos hablar de que, cuando se da un cambio determinado, se da una finalización de un estado de cosas y del conocimiento del mismo para posibilitar otro tipo de estados y, por tanto, de conocimientos. El transcurrir del tiempo de nuestras vidas consiste en esta "finitud de estados determinados" que dan paso a otro tipo de estados, los cuales exigen del que los sufre una reinterpretación y una redefinición si de lo que se trata es de aprender a convivir con este nuevo estado de las cosas.

Y, si es cierto que existe esta finitud de estados determinados con el paso del tiempo, finitud ésta relacionada con el cambio al que el ser humano se ve forzado a sufrir temporalmente, ¿como podemos seguir hablando de que ciertas cosas serán "para siempre"? Decir que algo "va a ser para siempre", siendo conscientes de este tipo de realidad que afecta inevitablemente las vidas de todos los seres humanos, es jugar con las ilusiones de los demás. Creer que esto es así, interiorizar este conocimiento hasta el punto de hacerlo nuestro, es engañarnos de una forma ilusa. Una persona puede creer, querer o desear que ciertas cosas sean para siempre, y, si es consciente de su creencia, su querer o su deseo, actuará consecuentemente para que las cosas sean así, dentro del margen de las posibilidades de las que disponga, pero cuando de lo que se trata es de interactuar con la realidad de los hechos, con la realidad que configura la vida, y la interpretación que otras personas hacen de ella, se crea un conflicto de intereses, la mayoría ocultos, que, aunque se manifiesten ante el ojo desnudo como en concordancia con lo que nosotros queremos, indudablemente entran en juego factores internos del creer, del sentir y el desear de cada cual que no tienen porque mostrarsenos directamente. El continuo trato que se da entre nosotros y los hechos que vivimos en la vida, el trato entre seres humanos y el creer interno en que conocemos algo o a alguien, aumenta nuestra confianza en ese algo o ese alguien si se nos da, conforme al paso del tiempo, como algo merecedor de esta confianza que le dipositamos, en relación a los hechos que observamos. La confianza que tenemos en las personas o en los hechos que se nos dan en la vida derivan de los estados de cosas que conforman las situaciones y en base a las cuales construimos dicha concepción de que "algo" o "alguien" merece nuestra confianza, derivada de nuestro conocimiento de ese "algo" o "alguien", porque las cosas se dan siguiendo un patrón de repetición y de creación de seguridad que así nos llevan a pensar. Pero, ¿cuando es suficiente seguridad? Pensamos, ilusos, que este estado de cosas se dará de forma constante e ininterrumpida "para siempre", no contemplamos la posibilidad de cambio, no tenemos en cuenta la, más que posibilidad, necesidad constante de cambio de todas las cosas que hay en el mundo, necesidad ésta que, dicho sea de paso, no entendemos, con pretensión de objetividad y desde nuestra perspectiva individual, como actua o en base a qué se rige para darse tal y como se da, continuamente, sin tregua ni descanso. Lo único importante, en realidad, es saber sobrevivir a lo que se da continuamente, y lo que se da, sin duda, son los hechos y su transformación, el cambio.

"Los hechos son cosas obstinadas; y cualesquiera que sean nuestros deseos, nuestras inclinaciones, o los dictados de nuestras pasiones, estos no pueden alterar el estado de los hechos y de la evidencia". Ésta frase define de una forma muy aceptable mi sentir personal con respecto a la situación. Por mucho que nos empeñemos en ver las cosas desde una perspectiva determinada condicionada por nuestros deseos, inclinaciones o los dictados de nuestras pasiones, las cosas son como son, son tal y como se dan, y de nada sirve negar una y otra vez la evidencia de lo que es, y lo que de verdad importa, al fin y al cabo, no son las palabras o las justificaciones que nos den o que nos demos, sino los propios hechos: en todo caso, si existiera algo inmutable en un momento dado, serían estos, los hechos mismos, por lo gravados que se quedan en nuestra memoria. No importan las promesas vacías de los demás o nuestras falsas ilusiones internas con respecto a los "para siempre" a los que, almenos yo, me agarro para tener un sustento de seguridad dentro de la inmensidad de posibilidades y multiplicidades en el transcurrir de la vida. Yo puedo regalar a los demás "para siempres" si soy consciente de lo que implica, pero no puedo esperar ni tener la certeza absoluta de que los "para siempres" ajenos sean, en realidad, lo que dicen ser, pues no puedo aspirar a controlar que las cosas se den como se corresponden nada más que en mi mismo. En todo caso, aprendo, esta seguridad que crea la certeza de que algo se va dando de una forma determinada y que merece nuestra confianza, se trata de una "falsa seguridad temporal" que nos sirve de sustento hasta que las cosas y los hechos decidan cambiar en base a su transcurrir interno errático e impredecible, siempre desde nuestra perspectiva de conocimiento individual subjetiva. Importa lo que vemos, lo que observamos, y lo que se da en nuestra vida en cada uno de los momentos en que decidimos observar y reflexionar sobre ello. En este sentido, nuestro conocimiento de las cosas, más que un conocimiento estático de un momento dado, se ve obligado a ser un conocimiento dinámico, un conocimiento consciente de que lo que ahora, para nosotros, observando una serie de estados de cosas, puede ser considerado como una verdad absoluta y ni se nos ocurriría dudar de la veracidad de la misma, en poco tiempo puede ser nada más que eso, una justificación más que evidente de que todo cambia porque todo está en movimiento hacia algo (hacia su realización, entendiendo que algo pueda llegar a realizarse en algun momento de su devenir, posiblemente al final del mismo), y la única seguridad que podemos tener es que las cosas van a cambiar, no sabemos cuando, pero las cosas cambiarán. Forma parte del funcionamiento mismo de toda existencia que esté incluida en el transcurrir de la cuarta dimensión, la dimensión temporal: cambia lo que nos afecta y vemos como bueno, cambia lo que nos afecta y vemos como malo, todo tiende a una transformación de la que no podemos sacar más conocimiento objetivo que el recuerdo y la experiencia personal que sacamos de lo que en un momento dado, para nosotros, eran grandes verdades indudables, y aprender, sobretodo aprender, de lo que al final resultaron ser grandes falsedades temporales (o simplemente, un conocimiento dinámico lo más genuinamente verdadero posible), siendo valoradas desde nuestra perspectiva temporal actual, debido a que, al fin y al cabo, somos, simplemente, esclavos del cambio, esclavos del tiempo.

lunes, 13 de mayo de 2013

Volcanes en erupción

Todos somos un volcán. Un volcán potencialmente en erupción. Por lo general, el volcán se encuentra en estado de reposo pero los volcanes que somos todos, en algun momento u otro, estallan. La erupción simboliza el cambio.

Las cosas que nos pasan son las cosas que al final hacemos nuestras, las cosas que interiorizamos, que conforman nuestra vida interior y las que conforman la historia personal de cada uno, conocida por nosotros mismos o en relación a como los demás lo ven, y en este sentido es imposible entender o comprender como uno es sin entender o comprender lo que uno ha sido, de donde viene, así como los procesos de calentamiento y enfiamiento internos. Esta persona es de tal o cual manera porque tal o cual acontecimiento ha sucedido en su vida, en general esta idea se contempla de una forma más o menos objetiva cuando intentamos establecer quien es alguien o como ha llegado a ser el que es. Si de lo que se trata es de buscar respuestas a un estado actual de reposo o de erupción, conviene comprender el curso de los acontecimientos que se han ido sucediendo en nuestra experiencia vital y que, antes que marcarnos por fuera, donde todo se ve para el ojo ajeno que nos mira superficialmente, nos marcan por primeramente dentro, donde solo pueden ver uno mismo o un ojo externo capaz de traspasar la carne con la mirada. Es, en un sentido continuado, que los volcanes estallan temporalmente en el interior de cada uno, y se manifiestan de forma más o menos notoria hacia el exterior, donde muchas veces no entendemos como alguien puede estar expulsando chorros de lava por doquier. A lo largo de la vida sufriremos todos y cada uno de nosotros múltiples erupciones más o menos importantes que nos afectan personalmente en mayor o menor medida, y cada una de ellas es tan beneficiosa, en el sentido de purificadora, como perjudicial, en el sentido de agotadora, para uno mismo y para su entorno si no es capaz de detenerla a tiempo antes de que los fuegos consuman todo lo que es importante para uno. Una erupción vacía y renueva el espacio interno, pero al mismo tiempo consume todo lo que se encuentra a su paso.

Cuando un volcán estalla, y esto sucede para bien o para mal, puede tratarse de un buen signo, como un ciclo natural necesario de purgación interior, de expulsión de residuos internos que a uno se le ha hecho realmente costoso e incontrolable contener dentro de sí mismo, o como un signo de saturación, de empacho, de lleno mental y emocional que, inevitablemente, tiene que salir. En general, una erupción volcánica dentro de cada uno se debe a un conjunto de cambios, cambios en los acontecimientos vividos y por tanto un cambio de la visión sostenida hacia algo o a una redefinición de los valores adoptados, y no entraré a valorar si es un cambio en sí positivo o negativo, simplemente la erupción se da, se manifiesta primero por dentro, haciendo consciente a uno mismo de que pronto va a estallar, y luego, cuando uno ya arde por dentro y chorrea lava por cada uno de los poros de su piel, por fuera, afectando a todo el que rodea al volcán llameante con patas que somos nosotros. Un hombre erupcionado es un hombre potencialmente peligroso, y si es consciente de su estado de peligrosidad por su expulsión de lava constante lo mejor que puede hacer, siendo consciente de su situación, es apartarse de sus seres queridos para minimizar los daños con respecto a los demás. Cuando alquien que nos quiere nos ve arder, por amor o por instinto intentará protegernos y salvaguardarnos, tratando de ayudarnos a apagar el incendio, y esto duele si es visto por los ojos de quien no puede controlarse a sí mismo, porque no queremos herir a nadie en el transcurso de la manifestación externa de nuestros procesos interiores. Pero si de verdad nos conoce y sabe de que se trata el asunto, sabrá que sufrir este tipo de colapsos internos y esta purga es algo en el fondo natural, fruto de los ciclos que todos hemos de ir pasando a lo largo de nuestras vivencias, sabrá que no hay volcán que eternamente suelte magma en todas direcciones y que todo tiende, a la larga, al resposo y a la extinción. Aunque, quien sabe si haciendo esto, uno logrará controlar su volcán personal y hallará para él mismo salvación.

Lo malo del asunto éste de los volcanes internos es cuando el volcán de uno mismo resulta incontrolable, y en vez de tendir a su propia extinción por procesos naturales como el tiempo o la falta de actividad sísmica, uno aviva los fuegos voluntaria o involuntariamente y acaba convirtiendo su mundo interno ya no en un simple volcán que de vez en cuando debe estallar sino en un auténtico infierno dantesco, dando cabida en su interior a la proliferación y perpetuación de demonios y de otros seres mosntruosos que acabarán por adueñarse de la voluntad de quien, en el fondo, puede llegar a controlar sus procesos erupcionales, pero no quiere porque se empeña en que todo arda, que todo se consuma, sin importarle uno mismo o los demás. Otra opción consiste en aguantar y tratar de retener estas erupciones, opción no recomendada porque nada es controlable para siempre y, cuando la situación se vuelva insostenible para uno mismo, la explosión interna puede ser más catastrófica, para uno mismo y para los demás, incluso que la mítica erupción volcánica de Pompeia. Un incendio interno con su consecuente erupción no es malo en sí mismo, es necesario y debe sucederse de vez en cuando, avivados los fuegos por uno mismo o por las cosas que vivimos, pero lo malo es cuando vivimos en un estado constante de perpetuación de nuestros fuegos, de explosión y piromancia inconsciente con nosotros mismos y con los demás, porque es entonces cuando tantos procesos seguidos pueden acabar pasando factura de un forma verdaderamente sin retorno. La cuestión reside, pues, en tratar de minimizar los daños colaterales de dichas erupciones siempre que se pueda, daños colaterales que pueden afectar tanto a uno mismo como a los que nos rodean, porque junto con el madurar viene la toma de consciencia de las situaciones, el conocimiento a uno mismo y sobre como funcionan sus procesos.

Todos somos un volcán. Un volcán potencialmente en erupción. Todos pasamos por momentos en los que es necesario entrar en erupción de una forma loca e irracional, de una forma incontrolable. Pero la vida que se erige a nuestro alrededor la conforman muchas personas que, aun siendo ellas mismas también volcanes en potencia, sin duda para nosotros son magníficas ciudades que viven asentadas en la base de nuestra montaña, que conviven y comparten su espacio con el nuestro, ciudades con una larga historia de convivencia y supervivencia con nosotros a las que conviene no cubrir de fuego y roca ni reducirlas a escombros a causa de nuestras erupciones cíclicas inevitables. Somos enormes titanes rocosos que, en ocasiones, tenemos como sangre ríos de lava y magma circulando en nuestro interior con odio y rabia, con un enorme poder de destrucción con capacidad para reducirlo todo a cenizas, y todos nos encontramos con momentos en los que no se contempla otra opción que estallar y soltar el magma que nos llena en todas direcciones, no nos queda otra que destruir inconscientemente todo rastro de vida a nuestro alrededor, no queremos el murmullo de la civilización, sólo queremos soledad y disfrutar del canto de los pájaros que se posan en las lomas de nuestra montaña. Somos volcanes, sí. Pero tenemos bonitas ciudades de seres humanos a nuestro alrededor. Y nosotros, al mismo tiempo, también somos ciudades alrededor de los volcanes que son los demás. Tenemos un compromiso no escrito pero conocido de respeto y preservación bidireccional para nosotros mismos y para los demás.Vivamos siendo lo que somos, conscientes de nuestra situación de volcanes que pueden erupcionar, conscientes de lo que somos para los demás pero también, pero, sobretodo, y esto es lo más importaante, de lo que los demás son para nosotros.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Choque de mundos

A menudo trato de entender que, a pesar de la realidad que todos podemos ver y sobre la cual todos podriamos emitir juicios más o menos objetivos, coherentes y establecer acuerdos, existen microrealidades dentro de cada uno, que solo son conocidas por uno mismo y sobre las cuales nos resulta muy difícil establecer criterios objetivos al respecto. ¿Qué conforma estas microrealidades internas y hasta que punto somos más dependientes de ellas que de la realidad objetiva, física, a la cual pertenecemos?

Yo entiendo la cuestión de la siguiente forma: la realidad es, existe, y transcurre en un sentido temporal, continuamente se va dando, en un escenario y como una linea de acontecimientos que se van sucediendo y que la van modificando mientras se dan y, al mismo tiempo, nos modifican también a nosotros, como seres "dentro de" ella y partícipes de la misma. Continuamente se dan y transcurren de forma paralela las microrealidades de cada cual que pueden llegar a afectar lo global del asunto, la realidad misma: esta microrealidad de cada cual es el pensamiento. Todas estas microrealidades estan sobrepuestas a la realidad principal o macrorealidad e interactuan con ella mediante el acto, en este sentido tenemos cierto "poder" innegable para transformar la realidad misma fuera de nuestra realidad interna, desde nuestro pensamiento. Es una retroalimentación: la realidad nos cambia y nosotros cambiamos la realidad. A menudo, es dificil establecer qué fue lo primero: la realidad misma o la realidad interna de cada cual, debido a esta retroalimentación continua que se da entre ambas. ¿Estabamos primero nosotros, como consciencia infinita que se encarnó en cuerpos o, simplemente, no existiamos antes de la creación del universo y del mundo? El punto de vista teológico sostiene que alguien, Dios, pensó el mundo y luego lo creó, así como pensó y creó al hombre a su imagen y semejanza; el punto de vista de la ciencia defiende, por el contrario, que el universo se creó a través del Big Bang y que éste está en continua expansión, y una serie de condiciones dadas determinadas en este planeta, de temperatura, de clima, de azar, etc posibilitaron, mediante múltiples casualidades, la vida. Pero, ¿donde se sitúa nuestra consciencia individual, nuestra individualidad, nuestra inteligencia, nuestro pensar desde nosotros, en este transcurso y devenir de los hechos? ¿Dios se lo dio a los hombres o la naturaleza posibilitó su desarrollo? Resulta complicado establecer como se ha dado el pensamiento propio sea cual sea la posición que defendamos.

El choque realidad interna subjetiva/realidad externa objetiva es constante. En este sentido, cuando vemos a alguien o alguien nos ve a nosotros actuar de una forma determinada, conociendo la realidad misma en la que estamos pero con desconocimiento de la realidad interna que nos configura inicialmente, y este actuar no se da de acuerdo a "como deberia ser" dadas unas pautas de realidad determinadas, tendemos a juzgar a esa persona, no valoraré si de forma justa o injusta, por desconocimiento de algo más importante que la realidad misma bajo la que actua y que más fuertemente le configura, es decir su microrealidad interna. Conocer a alguien, creer conocer a alguien, resulta complicado teniendo en cuenta que bajo la carcasa de carne que somos, en cada uno de nosotros se esconde un mundo a menudo complejo y muy distinto que el que se da simplemente a la vista, y conocer a alguien no es conocer su interacción con la realidad sino conocer la fuerza motriz invisible que le lleva a hacer tal o cual cosa.

Así pues, nos encontramos con microrealidades subjetivas (nosotros) que estan ahí, compartiendo espacio y tiempo en una macrorealidad objetiva (mundo) y que se retroalimentan las unas con la otra constantemente para cambiarse entre sí, desde tiempos que van más allá de lo que nadie pueda recordar. Esto es así pero, ¿desde donde y hacia donde? ¿con qué objetivo inicial, con qué meta final, si es que somos capaces de contemplar la magnitud de tal empresa en la interacción que se da entre realidades? ¿Existen verdaderamente individuos genuinos, dotados de libre albedrío y de auténtica capacidad de decisión y actuación, que piensan por sí mismos, o solamente existe una consciencia infinita individualizada, vista por nosotros como individuos aislados a modo de ilusión? De todos modos, obviando esta observación, una cuestión más importante reside en el modo en el que se da la conexión entre mundo y seres humanos: ¿de verdad estamos interactuando y cambiando la realidad para un beneficio de la misma y, en última instancia, para beneficio de la humanidad? ¿Estamos en el buen camino en nuestra conexión de realidades? ¿Es el mundo donde vivimos un organismo vivo, al igual que lo somos los humanos, y nosotros somos un virus, una enfermedad que padece la Tierra, una especie de cáncer que la corrompe desde dentro y que la propia Tierra intenta erradicar, mediante sistemas de defensa naturales como las grandes catástrofes? Todo son pensamientos, hipótesis, que se hace la vida entorno a sí misma, preguntas que se han hecho muchos en algun momento de la historia y, aun así, aquí estamos, sin respuesta a estas preguntas que parece que van más allá de nuestra capacidad de conocimiento. Porque, ¿cuál es el objetivo final? y, ¿para qué estamos aquí? Parece que el pensar sobre esto, el pensar sobre nosotros y nuestra situación en este mundo, pensar en este choque de realidades entre una realidad objetiva, que es el mundo y su devenir, y una multiplicidad creciente de realidades subjetivas, que somos nosotros y nuestro devenir, resulta tarea imposible por lo inabarcable del asunto para una mente que es incapaz de abarcar la totalidad. Pero debe haber algo que podamos hacer para evitar que este choque de mundos acabe con un colapso total en el que no haya ni vencedores ni vencidos, sino solo extinción de todo.

El planeta Tierra es nuestro hogar, es solo un punto infinitamente pequeño y minúsculo en comparación a la inmensidad inconcecible del Universo, y es tarea nuestra, considero, conservarlo y preservarlo, pues le debemos la posibilidad de vida. Para ello, primero hemos de comprenderlo, ser capaces de sincronizar nuestra voluntad, nuestras microrealidades, bajo un fin realmente productivo en un sentido de "vida", con la realidad que nos ofrece para "vivir en él". Un mejor conocimiento o una respuesta inteligente y sensata a las preguntas que a menudo nos resultan tan inconcebibles podria darnos una pequeña pista de la dirección hacia la que hemos de ir, y quizá así descubramos, por el camino, nuestro verdadero orígen como especie. Está en juego elegir qué es lo que queremos: por un lado, una comunión con el planeta en el máximo grado que sea posible, el convivir y retroalimentarse mutuamente del mismo sin que éste sufra las consecuencias de nuestra codicia, avaricia y sobreexplotación para una serie de fines que a la larga no quedan en nada más que un acto desmesurado de soberbia humana mediante un abuso sin precedentes de lo que éste nos da, o, por otro lado y a la larga, la devastación, aniquilación y destrucción del mismo y, por lo tanto, la destrucción de nosotros mismos junto a nuestro hábitat natural del cual nos nutrimos y vivimos, solo por no haber sido capaces de decir "basta" cuando la situación se estaba volviendo ya realmente insostenible para la realidad del mundo. Es una elección que pronto deberemos tomar si lo que queremos es entender o dar un verdadero sentido a nuestras existencias, combinando así de la forma más evolucionada posible la interacción entre realidad externa objetiva y realidad interna subjetiva. Y una auténtica evolución humana reside en potenciar nuestra "humanidad" mediante nuestras formas de concebirnos a nosotros mismos y al planeta, el único y verdadero Dios al que debemos dar las gracias de ser y hemos de rendir homenaje. No solo en el desarrollo de la ciencia, la industria y la técnica reside la evolución, evolucionar no solo nos permite crear nuevas herramientas y tecnologías para explotar de una forma más productiva los recursos que éste nos otorga, sino que la auténtica ciencia y técnica que debemos desarrollar es la del conocimiento de como podemos, mediante lo que tenemos, adaptarnos mejor al medio sin dañarlo. Ciencia, indústria, técnica, grandes inventos, indispensables para nuestro desarrollo como especie, pero sin una pizca de humanidad y de sensibilidad ambiental nos llevan inevitablemente a la catástrofe, pues la Tierra se resiente de las heridas que le infringimos y, consciente del daño que le suponemos, a la larga se encargará de acabar con nosotros, pero no nos engañemos: nosotros mismos habremos sido la causa de nuestra tragedia sin precedentes, y cuando ya no se pueda hacer nada nos maldeciremos a nosotros mismos por no haber hecho algo cuando aún quedaba tiempo para redirigir el rumbo del mundo.

Todo esto me lleva, de nuevo, a la pregunta que me hacía al principio ¿qué conforma estas microrealidades internas y hasta que punto somos más dependientes de ellas que de la realidad objetiva, física, a la cual pertenecemos? Las microrealidades internas las conforman las vivencias de las que todos y cada uno de nosotros somos partícipes en nuestro paso por este escenario siempre cambiante que es el mundo. Quienes somos depende de nuestras micreorealidades, de nuestra forma de ser, de nuestra forma de pensar, y todo está relacionado en gran medida con lo que cojemos del mundo externo y lo hacemos nuestro, lo adaptamos a nuestro ser. No hay posibilidad de ser lo que somos, seres humanos, sin la experiencia que se manifiesta en nuestro vivir diario en un sentido inmediato y a través de las distintas edades de la humanidad en un sentido más amplio. Si llega un punto en que lo que vemos no nos gusta y no lo cojemos, no tendremos más remedio que tratar de inventar algo nuevo, y así es como es posible un cambio del mundo, a través de un cambio de mentalidad. Debemos romper totalmente con lo que hasta ahora se nos ha explicado que es el único camino posible, y empezar a plantear nuevas alternativas de vida. Dependemos enormemente de la realidad que se nos da y, al mismo tiempo, la realidad depende de nosotros hasta límites insospechados. Tenemos el poder de cambiarla y al mismo tiempo la misma nos cambia a nosotros. Somos amos y esclavos al mismo tiempo, somos dueños de lo que queremos que el mundo sea y al mismo tiempo somos prisioneros de lo que el mundo depara para nosotros. Dependemos de la realidad tanto como ella depende de nosotros. Lo que se nos da en el mundo es lo que cojemos y, como tal, conformamos nuestras realidades internas que, al mismo tiempo, inteactuan con el mundo. Es una perpetuación de lo mismo, que se reproduce tanto internamente como externamente, y es misión imposible establecer cual es el inicio de esta rueda de creación de la que participamos. Sin embargo, el rumbo no es el correcto, solo hay que observar lo que tenemos para llegar a la conclusión de que, a la larga, no podemos seguir así. Si alguien puede hacer algo para redirigir el rumbo de los acontecimientos ese alguien somos nosotros, la humanidad.

Deben darse cambios, pero deben darse cambios primeramente en la consciencia, en las microrealidades de cada cual, y deben darse al identificar un rumbo incorrecto de nuestra interacción con la realidad y al mostrarse en desacuerdo con el mismo rumbo, y es en este sentido que nosotros somos más dependientes de nuestra microrealidad interna que de la macrorealidad objetiva física ya que, por mucho que estemos condicionados por ella, siempre podemos cambiarla si vamos todos a una. Si dependemos de la realidad física y dejamos que el mundo vaya hacia donde ha de ir, tal y como estan las cosas, estamos condenados al fracaso como especie, a la extinción y a quedarnos en el camino de la evolución como una anécdota de lo que "no ha de ser" cuando razas extraterrestres estudien la vida y muerte de la civilización humana. Esto será así, solo es cuestión de tiempo y de no hacer nada. Pero, si por el contrario abogamos por una toma de consciencia y redefinimos nuestro rol para con nosotros mismos y para con el mundo, es posible llegar a pensar que podamos verdaderamente evolucionar hasta un nivel de consciencia que nos salve incluso del cataclismo solar con el que estamos condenados a terminar la función. Lo que es seguro es que si todo sigue tal cual está, la Tierra se volcará sobre si misma y sobre nosotros mucho antes de que llegue el fin del Sistema Solar, y toda responsabilidad recaerá sobre nosotros y sobre nuestra incapacidad para no identificar nuestros errores y ponerles freno. Todo viene de dentro de uno mismo, querer algo es lo que lo hace posible: si queremos el cambio, tendremos el cambio; si no lo queremos, no lo tendremos. Es así de simple y, al mismo tiempo, así de complicado.

martes, 7 de mayo de 2013

Costumbre de huir

Creo firmemente en una idea más o menos objetiva y cierta: la realidad externa que vivimos es la manifestación de la realidad interna que queremos. ¿Qué implica esto?

Lo que hay en el mundo, lo que vemos que hay en el mundo, todo ello, anteriormente ha sido considerado/pensado por alguien. El mundo, nuestra realidad, es transformación constante, transformación y creación. El estado de las cosas más próximo a nosotros, la realidad que se nos da, depende totalmente de la multiplicidad de realidades que han ido pensando y configurando esta realidad, la historia es la transformación de todas ellas. El mundo no es como es y punto: el mundo es así porque queremos, parece que en gran mayoría, y consciente o inconscientemente, que sea así. No es más que una cuestión de voluntad, de como queremos que sea el mundo. Pero no se trata de que todos queramos de forma unívoca que el mundo sea como es, se trata de un choque y enfrentamiento de voluntades, una balanza que siempre se acaba decantando por la voluntad de unos pocos, mejor preparados, más listos, más poderosos, que se impone sobre las demás, que hacen que, de forma oculta y sistemática, los demás deseen que esto sea asï. Juegan con la suggestión y la anulación mediante la ridiculización o imposibilitación de todo pensamiento distinto. Todo el aparato de conocimiento, de configuración del ser humano que se nos da desde que nacemos, se nos da para "aceptar" esta realidad, este estado de cosas, este funcionamiento del mundo. Esto implica que cualquier persona que, por los motivos que sea, decide ver el mundo de una forma distinta y no está para nada de acuerdo en la forma en que funciona todo, sea visto por el otro, que actua como su "policia", el configurado/adaptado, el individuo que acepta y participa de como son las cosas, como un ser raro, huidizo, con una mentalidad que no está para nada en armonía con la suya y con la del mundo en el que estamos. Se señala a estos individuos con muchos nombres, el principal de ellos "inadaptado". Surje aquí una controversia con mi propia manera de ver este asunto: si la realidad externa (el mundo) es lo que la gran mayoría experimenta en su realidad interna (pensamiento), qué lugar queda para el que piensa el mundo de una forma distinta a la que es? ¿Qué papel le queda a este/estos individuo/individuos en un mundo tan lejano a como ellos entienden que deberia ser?

¿Qué es ser un inadaptado en los tiempos que corren, en la realidad que nos toca vivir? Es ser alguien que no quiere participar, que dice "pues no me da la gana participar si las reglas del juego son estas", tiendo a pensar que de una forma consciente y premeditada. Alguien desvinculado, alguien que no se siente representado (hablo de valores, de funcionamiento, de interiorización y conocimiento de ambos), alguien que dice "no" a lo que ve en el mundo, que dice "no" a la gran mayoría de participaciones e implicaciones que la sociedad espera de él como miembro de la misma, como "preservador encubierto" del "status quo". Creo firmemente en que cualquier persona en sus sanas capacidades mentales que piense sobre el estado actual de las cosas en nuestra sociedad y reflexione de una forma libre sobre si está de acuerdo o no con lo que ve y con lo que le toca ser partícipe, no estará, en menor o mayor medida, de acuerdo con muchos de los aspectos que este estado actual de cosas le ofrece a él, el individuo que piensa sobre ello. Llegados a este punto, ¿el individuo simplemente se adapta, sobrevive, o hace algo al respecto? Todos pensamos unas cosas u otras pero la gran mayoría intenta pensar lo mínimo y simplemente se adapta y sobrevive, pues por mucho que sea consciente de este estado de las cosas del cual no está de acuerdo no queda otra que subirse al tren de la vida e ir a donde les lleve, a lo que somos a cada momento. El grupo de gente que piensa sobre el estado del mundo y, evidentemente, es consciente de la realidad del asunto e intenta hacer algo al respecto en la medida que les sea posible, es un grupo muy, muy reducido dentro del gran conglomerado social que ni siquiera piensa sobre estas cosas, porque lo ajetreado de sus vidas y el "esclavismo mínimamente remunerado" al que la gran mayoría de seres humanos se ve partícipe le imposibilitan este ejercicio de abstracción y reflexión de lo que son sus vidas y de lo que podrían ser. Es cuestión de alinear la disposición de la mayoría para que no piensen, o no piensen bien, Sin esta reflexión, el individuo no piensa que el estado de las cosas pueda ser mejor, o distinto, de otra forma, simplemente vive, sobrevive, en su dia a dia, y mientras su situación sea mínimamente sostenible y pueda ir tirando hacia delante, el individuo no necesita pensar en nada más allá de la especialización en la que éste contribuya al mundo, en la gran mayoría de casos metido de lleno en situaciones de mecanización y repetición, como si se tratara de mantras profundamente arraigados, en el dia a dia de su vida.

La situación es complicada, y nada difícil de solucionar (si es que hay algo por solucionar, y en este aspecto pienso que sí, y mucho). Somos firmes defensores de la libertad de expersión, pero es una libertad de expresión falsa, mutilada, huérfana del factor clave que la posibilita y la legitimiza, que es la libertad de pensamiento. Si no pensamos, si simplemente reptimos lo que nos dicen que reptitamos (la educación, los medios de comunicación, los políticos, los "expertos" de los distintos campos dentro de la multiplicidad social y un sinfin más de individuos "individuadores" de seres domesticados y apacibles que garanticen una perpetuación de lo que hay), si defendemos la libertad de expresión sin libertad de pensamiento, se trata de una libertad de expresión vana, estéril, no verdadera. La libertad de expresión debe darse gracias a una libertad de pensamiento. Libertad de expresión es expresar, mediante el pensamiento, mediante la reflexión, mediante el sostenimiento y la valoración de todas las posibilidades abarcables, el estar tanto de acuerdo con el estado de las cosas como no estarlo. En este sentido, es legítimo que el individuo que piense y llegue a la conclusión de que a él, por sus circunstancias personales, ya le está bien que las cosas esten así, defienda las cosas tal como son, al igual que es legítimo que el que no está de acuerdo manifieste su desacuerdo, como si le fuera la vida en ello, pues estamos hablando de algo que, como he dicho, configura el mundo, que es de todos y de nadie, hasta extremos insospechados. La realidad que vivimos, sin embargo, es una realidad en la que poco o nada hemos podido decir la gran mayoría de seres humanos que la conformamos, y estoy seguro que muchos cambiariamos esta realidad en muchos, demasiados, de sus aspectos. Y por lo que parece, aquí surje otra contradicción: a pesar de mi convencimiento de que alguien que reflexionará llegaría a la inevitable conclusión de que el mundo está mal y hay que retocar muchos aspectos, pocos son los que, haciendo uso de su libertad de expresión, se expresan libremente para denotar que así es como piensan. ¿Hasta que punto estamos condicionados para callar y aceptar? Pero, como me dije al principio, las decisiones, al fin y al cabo, acaban residiendo en unos pocos que acaban por convencer o, mejor dicho, por sedar a los muchos para que acepten que lo que hay es lo mejor, lo que se les da es "el mejor de los mundos posibles", sin necesidad de pensar en alternativas. Y esto, hasta cierto punto, es comprensible, porque, ¿en qué momento de la historia los seres humanos no pensabamos que la realidad en la que viviamos era la realidad absoluta, la única posible, y sin embargo, con el paso de los años, hemos cambiado a un modelo de sociedad, a un tipo de mundo, distinto, irreconocible con respecto a versiones anteriores del mismo? Lo que yo señalo aquí es que en este mundo en concreto, nuestro autoconvencimiento (condicionado) en que los valores que seguimos y el modelo social al que respondemos es correcto es tremendamente exagerado hasta el punto de casi imposibilizar un cambio de ningún tipo. Estamos tan empapados de "como funciona todo" que da hasta miedo pensar que todo "puede llegar a" funcionar de otro forma.

Cuando yo llegué a este mundo, y creo que de la misma forma en que cuando la gran mayoria de seres humanos lo hicieron, nadie les puso un contrato delante en el cual se contemplara todas las acciones que se presupone que los seres humanos hemos de ir haciendo en cada uno de los momentos de nuestra vida, así como las clausulas de nuestros derechos y obligaciones o lo que se espera de mi, como individuo miembro de esta sociedad y, en última instancia, de este mundo. En este sentido, me contemplo a mi mismo como un inidivuo hasta cierto punto libre de hacer lo que me plazca, pues a nivel legal (y entendiendo la legalidad como algo más o menos útil dentro de nuestra sociedad moderna) yo no he firmado que esté de acuerdo en nada de lo que se presupone que, como miembro de todo esto, me veo obligado a hacer, por contrato. Pero, aún así, si no lo hago, se me ve como individuo "raro", "extraño", "inadaptado": es, en este sentido, que los seres humanos son, en gran medida, vigilantes y policias de las vidas de los demás, porque si no identificamos lo que entendemos como normalidad en nuestras vidas en el comportamiento de los demás, se nos caen los esquemas de lo que es normal, y esto no es lo que necesitamos, pues buscamos estabilidad, rehuimos del caos.  El caos nos asusta, queremos orden y a partir de este orden obtener certezas, todos nosotros corremos en busca de orden y certezas, de grandes verdades (aunque a menudo mentiras) sobre las cuales podamos construir el edificio de nuestras vidas con fundamentos que consideramos sólidos e inamovibles (mantras, cuentos de fantasía que nos han hecho repetir tantas y tantas veces y hemos repetido tantas y tantas veces por nosotros mismos que hemos olvidado que, en última instancia, son mentira) y eso lo vemos como "bueno". Rehuimos del caos por verlo como algo incierto, cambiante, inestable, "malo". El orden en nuestras vidas es "bueno", el caos es "malo", bajo estas ideas que de forma más o menos interna tenemos aceptamos ciertos preceptos y modos de vivir y bajo ellos nos construimos, poco a poco y mediante los años, una identidad, un "quien somos", nos ubicamos en el mundo y nos establecemos un rol personal presupuesto e interiorizado junto con los roles sociales que se nos interioriza y se nos presupone a nosotros.

La vida de un individuo normal, comunmente aceptada, en esta sociedad occidental en la que vivo, y bajo el punto de vista en el que analizo mi realidad (no puede ser otra que la que vivo, aunque soy consciente de que existen otras manifestaciones más o menos distintas de lo que se espera o se presupone que el ser humano ha de hacer en cada momento de su vida) es la siguiente: nacemos, nos educan nuestros padres bajo unos valores más o menos coherentes con lo que se espera de nosotros en el mundo (este es el primer factor configurador), aprendemos y jugamos (bendito juego, bendita imaginación, posiblemente el primer y último reducto de libertad de pensamiento del que participamos), vamos a la escuela, a primaria, a secundaria, algunos a la universidad, hasta donde lleguemos (y este punto es el punto casi definitivo de nuestra configuración como individuos sociales, individuos miembros de un conglomerado social determinado), nos enamoramos, nos rompen el corazón, aprendemos, nos volvemos a enamorar, rompemos un corazón, aprendemos de nuevo sobre el amor, creemos que ya no podemos aprender más sobre el amor y, entonces, nos semi-enamoramos, ya más conscientes de la realidad cambiante del amor, y posiblemente nos casamos, desaprendemos, obtenemos un trabajo a partir del cual podamos, mínimamente, subsistir (sobrevivir) que, en la mayoría de casos, no responde para nada a nuestra auténtica vocación o potencialidad individual, vivimos unas vidas de trabajo/servidumbre hasta que nos liberamos de ello mediante una remuneración cada vez menos justa y es entonces, cuando ya estamos en el ocaso de nuestras vidas, que se nos permite vivir dentro de ciertos límites, hasta el fin de nuestras vidas, en el que en el mejor de los casos, si no nos quedamos por el camino, morimos con una sonrisa rodeados de lágrimas de nuestros seres queridos.Con esto se resumen las aspiraciones de muchos cuando se les pregunta "y tu, ¿qué esperas de tu vida?

Hemos visto tantas vidas de seres humanos sucederse así de una forma normal y han sido considerados individuos con unas vidas plenas y felices que esta es la vida que todos firmaríamos tener, sin complicaciones ni cosas raras, nada más que una repetición de lo que todos los demás hacen, o suelen hacer, en cada momento de sus vidas, encerrándonos así inconscientemente en una cárcel de posibilidades en la que cualquier cosa que no sea este tipo de vida es visto de una forma indeseable, incluso una vida de ir "a contracorriente". Todo lo que no sea una vida así, no nos llena. La vida "cánon", la vida canónica, la vida del ser humano tal y como deberia ser, nos dicen, es así, y esta costumbre la tenemos tan interiorizada que la hacemos nuestra, y al que no tenga una vida así nos apenamos de él, "pobre, tres carreras y no encuentra trabajo" o "pobre, con cuarenta años y aún no se ha casado", o "pobre, es un perdido y siempre va a serlo", y valoramos, establecemos juicios de valor, como si nosotros fueramos los jueces supremos de lo que "debes ser en la vida", aunque no sea "tu" vida. Y si tomamos consciencia de que nuestra vida no es así, presuponiendo que se espera de nosotros que así sea, vienen las crisis, nos frustramos y no somos felices con lo que tenemos porque no logramos los objetivos que nos hemos planteado o los que se espera de nosotros desde las múltiples vertientes configuadoras de nuestras vidas (família, amigos, el resto de la sociedad...) que, evidentemente, esperan de nosotros que nuestra vida se dé de una forma más o menos homogénea, similar a este cánon, y con ello debemos contentarnos y ser felices. Tomamos la repetición, el emular al otro, el tomar como referencia al otro y ser igual o mejores que los demás en estos aspectos como un reto ante la vida, y nos aferramos a ello hasta hacerlo nuestra única razón de ser, nuestro lugar en el mundo, el ser alguien en la vida bajo estas directrices, estos fundamentos a partir de los cuales podemos identificar qué somos y hacia donde queremos ir. El objetivo, nada claro de identificar, se nos identifica claramente bajo estas presuposiciones externas que hacemos nuestras. Esto es así en la gran mayoría de los seres humanos, que se contentan con lo que hay o ni siquiera valoran si se contentan con ello porque no son conscientes de hasta qué punto estan configuradas sus decisiones, determinados por lo que "debería" de ser su vida se contentan con que todo esto sea así porque no tienen tiempo ni ganas para pensar que todo pueda llegar a ser de otra manera. El ser humano es un ser, en su generalidad, que se rige hasta límites insospechados por la costumbre y emulación del hacer normalizado por la masa de la que participa y se nutre (aceptado, visto como "bueno" o "justo", retribuido posteriormente en forma de reconocimiento) de la masa social a la que pertenece, por miedo, por conformismo, por pereza a ser uno mismo, que quizá está en total disonancia con lo que la gran mayoria de gente hace. Al ser humano, en general, ni siquiera le interesa pensar que todo pueda llegar a ser de otra forma que la que le dicen que ha de ser y de la que ha estado preparado para ser. Han sido tantos los aspectos que el ser humano ha recolectado de la costumbre, de lo que es normal, y ha hecho suyos mediante la interiorización de los mismos, que el individuo se autoconvence a sí mismo de que es lo que quiere ser bajo esta cárcel de posibilidades.Y, aún así, defiende la libertad de expresión, lo que muchas veces entiendo como "libertad de repetición".

Y dentro de todo esto ¿cual es el papel que pueden tener en este mundo los individuos "inadaptados"? He hablado de un aspecto de la vida, uno de los aspectos que más configuran a la mayoría de seres humanos, que son el tipo de vida que llevan, una vida plenamente adaptada a lo que hay y a lo que se espera de ellos. Lo he hecho no para demostrar mi disconformidad con respecto a que la vida de alguien no tenga de ser así si esta persona lo elige libermente y de la forma menos condicionada socialmente, pues cada uno es libre de elegir (si de verdad "elige") lo que quiere hacer con su vida, y en este sentido no tengo nada que decir, sino que lo he hecho para ilustrar que existe la posibilidad de diferencia con respecto a lo canónico, una diferencia que no sabemos hasta que cierto punto podría desembocar en un cambio en la visión que tenemos del mundo en un sentido global. En contraposición a este tipo de pensar que configura la mayoría del grueso social, hay individuos que no cierran sus posibilidades a que su vida sea de esta forma, sino que contemplan otro tipo de inmensidad sin definir, sin objetivos concretos ni tipos de vida estándares, conscientes de que, conforme a su naturaleza, si aceptan el tipo de vida que se propone, esta, "su" vida, pueda quedarse reducida, a la larga, a un inevitable regreso al caos mediante una revelación espontánea del tipo "qué estoy haciendo con mi vida? ¿soy realmente feliz haciendo lo que estoy haciendo? Y esto les lleve a acabar con todo, porque uno no puede seguir mintiéndose a si mismo diciendose que así es feliz. Estos individuos vistos como "inadaptados", que rehuyen sistemáticamente de aceptar los mantras sociales con los que se nos bombardea constantemente desde muchas aspectos de la realidad, sin duda, son objeto de pureza en un sentido que debe entenderse bien para no malinterpretarse. Es inevitable pensar, porque es inviable pensar que no sea así, que todos venimos determinados o preconfigurados por ciertos prejuicios sociales que nos dictan nuestras formas de ser y actuar y que se nos van dando de forma inevitable a lo largo de nuestro devenir vital, pero la cuestión es hasta que punto lo estamos, hasta que punto somos conscientes de que lo estamos y hasta que punto queremos dejar que estos aspectos determinen y condicionen lo que nuestra vida ha de ser, lo que de verdad queremos que sea, a un nivel más o menos amplio, con posibilidad de elegir. Estos "inadaptados" pueden llegar a ser para el mundo la refinición de nuestras prioridades, la posibilidad de cambio de consciencia que, a no ser que queramos extinguir pronto y mal, deberiamos tomar.

Es difícil expresar todo esto sin caer en contradicciones con uno mismo y con lo que uno ha hecho o dejado de hacer en ciertos momentos de su vida porque, como digo, nadie se libra de ser partícipe de lo que "toca hacer" en cada momento pues, aislándose completamente de eso, uno no viviría de ninguna forma en un mundo que, evidentemente, funciona así. Sería un individuo "fuera del mundo". Llevar a cabo un pensamiento de forma extrema, transformándolo continuamente en acto mismo hasta hacer del propio pensamiento una realidad (como en el caso de Diógenes de Sínope y sus convicciones filosóficas, caso particular porque se debe saber cuales fueron sus circunstancias personales que le llevaron a la posibilización de su "modo de vida"), haciendo que este pensamiento configure la totalidad del ser de cada uno, no siempre es fácil ni recomendable (aunque resta en la elección de cada uno el hacerlo o no) pero sí es posible empaparse continuamente, en el mayor grado que nos sea posible, de lo que uno es y que este "ser uno mismo" nos guie, cada vez más y más fuertemente, en nuestra vida para que no surjan las preguntas derrotistas e inevitables para todo aquel que no está lo máximo posible en paz y armonía con lo que uno es y actúa consecuentemente con el conocimiento de ese "ser", y no del que viene dado o del que se espera de él. En última instancia, está en juego la felicidad de cada uno y, por supuesto, la felicidad de los que nos rodean y nos quieren, y es en este sentido en el que todos deberiamos ser, aunque, a veces, cueste, aunque sea difícil, por bien a uno mismo, por bien a los demás, por justícia con todos y con nosotros, un poco "inadaptados": ser "nosotros mismo", dudar, cuestionar, criticar, destruir... pero siempre para volver a construir.

Este mundo necesita, en general y bajo mi punto de vista, un cambio de mentalidad: falta espiritualidad, es necesaria una redefinición de valores, falta sobretodo verdadera "humanidad" consciente de su situación actual. ¿En qué momento se puso el dinero por delante de la propia humanidad? "Demasiada gente, muy pocas personas". Cuando uno ve como funciona el mundo y no le gusta lo que ve, de nada sirve lamentarse. De nada sirve, tampoco, querer cambiar el mundo "desde el mundo mismo", en una primera instancia. El cambio debe venir "desde uno mismo", desde todos y cada uno de los unos mismos del mundo. Se trata de derrocar antiguas costumbres e idear otras nuevas, el cambio no debe asustarnos, pues forma parte del devenir. Se trata de tener la costumbre de huir, una huida continua hacia uno mismo, una huida para ver continuamente la realidad que uno desearía ver y convencerse, contrariamente a la opinión de la mayoría, de que es posible, y ésta es la única forma en que podemos lograrlo, porque la realidad externa es la manifestación de la realidad interna. Solo así la realidad se transforma, solo así el mundo puede cambiar.

domingo, 5 de mayo de 2013

Algo sin sentido

Algo sin sentido: un domingo por la tarde. Voy a buscarle un sentido.

"Mi mundo interno es muy caótico y complejo": Tomo esto como una sentencia absoluta, una certeza a la que me ha traido el continuo interrogamiento a mi mismo. ¿Será que es así? ¿Será que pienso que es así? ¿Será que quiero que sea así? ¿Será, en el fondo, un mundo muy ordenado y sencillo? En un sentido temporal (interrogarme en distintos momentos de mi vida) me doy cuenta que varia la certeza que tengo de las cosas que conforman mi vida. Hay ciertos momentos en los que las certezas son mayores, y otros en que son completamente inexistentes. ¿A qué se debe el cambio en la concepción que uno tiene se sí mismo, de sus formas de ser y sus motivos de ser, en función del momento en el que uno se valore? ¿Como alguien puede estar seguro de algo que en un momento es reconocido de la forma que sea pero que luego se muestra cambiante, que en un momento dado es algo y en otro no es nada, que en un momento dado es y en otro no es? Ejemplo práctico: "si se puede definir de alguna forma lo que siento es que me gustaria pasar más tiempo contigo, pero esto no es definitivo en mi querer, no es una certeza absoluta -siendo consciente de la posible transformación/alteración en el sentir algo (involuntario) y el querer algo (voluntario)-. ¿Cuando puedo estar seguro de algo que no sea algo cambiante? ¿Se puede estar seguro del cambio?

Me doy cuenta de la contradicción que soy. Me incluyo dentro de los seres humanos por lo que derivo que, posiblemente, el ser humano sea una contradicción. ¿Hasta que punto es consciente de su contradicción, en un sentido de que no siempre se es, de puertas a fuera, lo que se siente, de puertas adentro?. No se trata de una cuestión de falta de sinceridad de uno mismo con la manifestación externa del mundo interno, que es quienes somos, creo yo. Se trata de algo más complejo a lo que merece la pena echarle un ojo. Se da una dualidad, el "yo interno" y el "yo externo", el yo que piensa y el yo que actua, la gran mayoria de las veces (que no es siempre) en una flagrante y completa contradicción. Escribo esto porque necesito saber como es posible que se de esta contradicción en lo que se ve y lo que no se ve, pues en mi caso todo se ve pero en su manifestación implica una interpretación externa que accentúa la contradicción al hacerseme saber que así se da, reinterpretada, violada la acción pura de uno a través el ojo ajeno, que interpreta y valora internamente, y manifiesta de nuevo retornándole un sentido a veces muy distinto del que era su objetivo original. Es un ciclo: se piensa y se hace (se da), o se hacesin pensar  (también se da), se interpreta multidireccionalmente, de puertas adentro y desde fuera, y, en el primero de los casos, la interpretación siempre retorna o, en realidad, nunca sale sino que permanece, y en la segunda pues a veces, y esto... Esto ha de dar que pensar cuando es así y se toma conciencia de la contradicción en el ámbito de lo que los demás ven. ¿Debe importar eso?

La cuestión es: me veo, me digo que me veo, o me convenzo diciéndome que me veo de una forma determinada: "soy así", y trato de comprender las implicaciones que conlleva este "ser así", en un sentido multidireccional, de puertas adentro y e puertas afuera. ¿Hasta qué punto el "gnosce te ipsum" (conócete a ti mismo) es necesario en un todo global que implique ambas direcciones, para dentro y para fuera? Creo que lo es única y exclusivamente en un sentido de toma de consciencia del "como uno es" y, en una de sus posibles aplicaciones, un conocimiento del "como uno va a actuar". Y esto, al mismo tiempo, no tiene sentido, pues presuponiendo esto uno deberia actuar, manifestar, lo que es, siempre. Pero muchas veces no es así, así que fuera de esto, el gnosce te ipsum es una especie de quimera: es imposible que uno pueda verdaderamente conocerse, pues uno siempre puede llegar a sorprenderse a si mismo actuando de una forma completamente distinta e inaudita a la que previamente, presuponiendo tal autoconocimiento, uno diria que iba a actuar. ¿Qué posibilita el llegar a pensar que esta imposibilidad pueda llegar a ser posible?

Hay gente que me dice: "pues yo cuando he de decir algo lo digo, y punto". Claro, yo también, continuamente. La gran mayoria de veces es así, y no seria un ser que vive momentos verdaderamente vivos, espontáneos y sinceros, si así no fuera. "Vivir" conlleva eso. Hay momentos en los que el pensamiento queda relegado a un segundo plano, no se contempla o se elimina, y, sencillamente, se dice lo que se siente, sin pensarlo o no ser "muy consciente" de ello ni de la amplia gama de posibilidades que pueden derivarse de todo ello, nuestra mente no lo abarca todo, se desconecta ante el momento. Uno no se ve a sí mismo en esos momentos, simplemente se es, el autoreconocimiento es posterior. No se desplaza etéreamente al instante de su masa de carne humana para verse a si mismo actuando en tal o cual situación y valorando si es o no es lo correcto decir o hacer lo que sea en ese momento dado como si fuera juez de si mismo o juez de la posteridad de lo que uno será (lo que uno hará) en un futuro. Somos así, en general. Seres espontáneos en lo que, al fin y al cabo, es lo que para mi son los momentos más importante de la vida, que son los momentos de improvisación y alejamiento del pensamiento, los que se viven con más frecuencia y de los que se derivan los recuerdos. Pero, entonces ¿pensar es contrario a los momentos verdaderamente vividos? ¿pensar es salirse de "la vida"? ¿pensar es "no vivir"?

Pensar, en general, es algo que se da en los seres humanos, a veces, anteriormente al acto, y poco durante el mismo; pero se da siempre posteriormente, almenos en mi caso. "Decir o hacer algo" y pensar en ello al isntante (implicando lo que implica el pensar, la toma de conciencia) se da muy pocas veces , pues mientras se vive cuesta pensar, mientras estamos situados dentro del "viviendo". Pero, ¿si de lo que se trata es de vivir, de vivir auténticamente, de que sirve el pensar, si pensar comporta momentos de alejamiento de uno mismo, son momentos situados "más allá de la vida", tal y como la comprendo? Pensar, pues, creo que es algo que debe darse siempre en mayor o menor medida en este sentido de distanciamiento de uno mismo para un intento de comprensión, pero mayoritariamente en una situación posterior al acto vivido de forma espontánea con verdadera sinceridad y compromiso con lo que implica el vivir. Siempre deberia realizarse el ejercicio nada sencillo pero muy recomendable de la reflexión ante algo ya vivido. La posibilidad de pensar sobre algo, en el ámbito de "tratar de comprenderlo" y aprender sobre ello, está presente en mi y en los humanos con el objetivo de tratar de dar un sentido a nuestros actos, de tratar de ofrecer algun tipo de certezas, aunque estas esten sujetas al cambio, cambio que siempre actua y al que no hay que tener miedo. En todo caso, la certeza de hoy será el aprendizaje del mañana.

Este es el sentido que pretendía encontrar. El sentido que pueda encontrarse en una tarde de domingo.

sábado, 4 de mayo de 2013

Hoja de ruta

Nota mental: el autor de este blog se recuerda y exige a sí mismo que se desentiende de dar explicaciones ante una posible alteración en la percepción de las extrañas formas adoptadas en los ámbitos de la lógica, del lenguaje y del comprender mismo que se identifiquen en todos los posts pertenecientes al mismo blog, y censura y denuncia tales actos, de una forma contemplada como legal tal y como lo constituye, de manera imaginaria, la presente ley no escrita imperante en el lugar, que tales censuras no se lleven a cabo por una versión futura de uno mismo que, con ganas de infravalorar con ojo crítico estados de ánimo anteriores, pretenda desvirtuar de forma cruel la "a partir de ahora siempre vigente legitimidad de lo aquí escrito", restringiendo la posible validez de todo lo escrito anteriormente a su "saber del momento". Lo aquí escrito sirve para recordar. Para recordar sobre como el saber es algo cambiante. Para tomar consciencia de su cambio al navegar por la vida. En todo caso, el saber posterior será solo eso, "saber transformado", que no invalidará en ninguno de los casos el poder que sin duda tiene o tendrá algun dia lo revisado como "saber" en "este ahora".
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Sorpresa para mi: se obra un milagro que resulta, "a priori", irresoluble. Pero me digo: "eres valiente" y me convenzo de tratar de comprenderlo.Voy a resolverlo, a mi manera, con mi hacer. Hablo de mí, nada más que de mi. De partes de mi, que algun dia conformaran todo el "mi". Recuerdo que esto no es más que un juego. No hay jueces dogmáticos del saber, limitadores de lo que es o no es válido. No hay más regla que el ansia de aventura de no se sabe bien el qué, pero que inevitablemente ha de tratarse de algo grandioso. Este es el último reducto al que uno puede acudir. No está todo perdido. Pero, ¿Cual es el milagro?

La consciencia de un hecho: primero, nada. Pero, de repente, algo. Donde no habia nada, hay algo. Surge una necesidad: necesidad de saber el porqué.

¿Como se pasa, misteriosamente, de nada a algo? Creo que por sí solo es imposible. Debe haber alguna consciencia, interna o externa, mejor dicho intrínseca o extrínseca, que lo permita. ¿Es una nada en sí misma, un algo en sí mismo, reconocidos internamente por ellos mismos como su ser como tal, que tienen consciencia de sí y se autoreconocen así tal cual? ¿Es una nada o un algo que nace a partir de una toma de consciencia externa de su realidad como "nada" o "algo" respectivamente, y de una identificación de los mismos como tal por parte de agentes externos a ellos mismos? Entonces, si algo así de raro ocurre, esta nada, en el caso que le corresponde, necesariamente deberia ser algo ya previo, de alguna especie de rara forma que no logro comprender, pues ya "es" algo al "ser" nada: "es" nada. Si la "nada", como tal, en algun momento pasa a ser entendida y reconocida, por ella misma o por otros, como "algo", se sucede una transformación o, por el contrario, ya debe serlo antes de ser algo al ser pensada y reconocida por sí misma como tal o al ser pensada y reconocida por otros como tal?. Huyo del bucle infinito que lleva al delirio paranoide. Simplifico: primero, nada; luego, algo. En un sentido albertamente temporal, como un proceso que se sucede sin más en un dos momentos de tiempo dados: en un sentido llano, campechano, poco académico, no metafísico, y punto.

Se trata, pues, de una "nada" que se menifiesta en un sentido de consciencia de sí misma o por parte de otros. Yo me inclino a pensar que de un tipo muy variado de consciencia que incluye ambos tipos de consciencia y todos aquellos habidos y por haber, que resulta claustrofóbico, asfixiante, desesperante: multiposibilitatorio, en el sentido de que puede tener muchas causas de existencia al ser reconocida como tal de la forma que cada uno quiera. Nada, pues, simplemente. Nada pura. Y ante nada, pues nada. Nada, Albert. Y se me revela una gran verdad: de la nada viene el nadar. Entiendo que nadar "a la deriva" (el que nada en la nada). Pero en "algo" también se puede nadar, no se nada solamente en la nada, y resulta gratificante pensar que así es posible, ya que se toma consciencia más facilmente de ese algo de una forma más sencilla al ser "algo", sobretodo para mentes tan limítrofes como la mia, pues se identifica más facilmente al estar nadando "en algo" y no en nada. Así, se une la nada, que viene del nadar, con el algo, y se acaba el problema. Quizá también haya consciencia fácilmente identificable del nadar en la nada, pero no me interesa, huyo de nuevo, soy un experto huidor de lo que no me interesa: ha de haber algo: aunque la natación en la nada sea algo en sí mismo o para otros no me interesa pensar en eso, no por el momento. No, por favor. No es así como quiero encontrar el sentido de algo que nace de la nada (nadeando o "nadando").

Pensar en "algo", que implique previa o posteriormente a la nada como nadar, pues... Lo primero que pienso cuando pienso en "algo" es en la vida misma, y qué se me da inmediatamente después de pensar en la vida... La inmensidad. Mezclo conceptos, porque sí, venga: Inmensidad de la vida. Otro pensamiento aleatorio: "yo" "en" "ella", entrecomillado para denotar la complejidad de la expesión, en muchas de las posibles manifestaciones del sujeto, del estar, de la vida. Éste será nexo que los unirá a todos: la reflexión. Pero, ¿la reflexión de qué? Pues la "reflexión de la inmensidad de la vida por parte de este yo que se encuentra al mismo tiempo en y fuera de ella", como un ser que es "algo que nada". Ya está casi todo. Este es el objetivo, y aquí surge el milagro: de la nada he creado algo, un proyecto anteriormente inexistente. La misma necesidad de saber un porqué ha creado otra necesidad de oro porqué. Me he liberado o me he aprisionado. Empezamos bien, Albert.

De procesos trata este asunto, me recuerdo. De la comprensión de ellos, concretamente. No de descubrir verdades absolutas, sino solo describir procesos humanos. Procesos mios, cambiantes, en continua evolución... procesos de un humano ¿demasiado humano? ¿demasiado poco humanizado? (Nietzche, martilléame, son las seis de la madrugada, hazme dormirme de un mazazo); procesos de un "yo" humano frente al reto de una vida cuya comprensión resulta, a dia de hoy, tarea de una magnitud inabarcable, una empresa inacabable, una empresa de una dificultad inmensa. No me preocupa: no hay un límite marcado, ni una meta establecida, ni una regla aceptada para ello. Como me digo, no se busca nada que no se sepa ya. Se descubre o redescubre, y sino se inventa o se crea. Y otro dia ya redescubriré, pero hoy (y espero que casi siempre) me apetece crear "algo".

Empezaré por una metáfora sencilla: mi vida como la mar, inmensas por igual; yo como un humano/náufrago frente a ellas dos, la vida y la mar. El oceano de la vida, la inmensidad del mar, mi yo actual como un náufrago, como algo que nada "en" y, al mismo tiempo, "fuera de" otro algo a parte de mi, que es la vida, con sus inmensas comprensiones multiposibilitatorias. Si de comprensión se trata, pues yo simbolizo para simplificar, yo propongo mi inexistencia de reglas: no es que tenga que ser así, me exijo a mi mismo que sea así, me hablo a mi mismo sobre comprender y entiendo que debe ser así y no de otra manera, puesto que de otra manera no seria autentica y genuinamente "mi" forma de comprender.

En cierto momento, uno toma consciencia de la vida como una especie de oceano inmenso, porque lo ve así o le apetece verlo así, no porque sea así (recuerda, en el fondo todo consiste en una toma de consciencia de algo, en intencionalidad con respecto a algo, en tener una percepción sobre algo, en la voluntad de querer ver algo...) sino porque cuya comprensión se le da de la misma forma instintiva como al náufrago se le da en su situación, incluso antes de ser plenamente consciente de su situación, y me pregunto a mi mismo: qué es lo que busca el humano/náufrago perdido en la inmensidad de la vida/mar? Un sustento, algo a lo que agarrarse, algo que le de una perspectiva no de apoyo no en "nada", no de "hacia nada", sino de "algo", de "hacia algo" incierto y desconocido pero al fin y al cabo "algo", pero antes de encontrar un algo más lejano hay que agarrarse a algo más cercano, algo... no necesariamente sólido, ni físico, ni esponjoso, ni tridimensional. Algo como un blog, algo como esto: mi flotador.

Necesito a mi flotador tanto como él me necesita a mi. Lo he creado yo mismo, y lo he hecho a partir la nada. Se ha obrado el milagro: hay algo donde antes habia nada. ¿Existía el no-blog antes del blog? Sus existencias son simultáneas. El blog posibilita la existencia del no-blog, pues el no-blog encuentra su contrario en el blog y viceversa: en el momento de existir uno, posibilita la existencia de su antagónico. Es decir: antes de ser "algo" (un blog) este blog no era nada. La "nada" bloggil, el no-blog, surge del blog. Ya no solo creo "algo", sino que también creo "nada": el blog y el no-blog. Me descubro a mi mismo como un ser realmente poderoso a nivel creacional, con una potencialidad oculta para crear de la nada algo, para crear nada y para crear algo, incluso para no crear nada de ninguna manera (me quedo parado enfrente del ordenador, no escribo, no pasa nada, creo nada, soy poderoso) y me sorprendo a mi mismo viéndome capaz de crear algo de la nada aunque sea en sí mismo un "sin sentido" destinado a no ser nada para nadie más que para sí mismo, dando así sentido a su condición, y para mí, el creador. Y es en este sentido que existe lo inexistente a partir de lo existente, y veo que es bueno, y lo dejo proliferar y campar a sus anchas. Me proclamo a mi mismo amo y señor total, anárquico y caótico, de este espacio, pues necesito tener mi propio reino, mis propias reglas, ser mi propio Dios y gobernarme a mi mismo y a todas mis tierras con toda la amabilidad y crueldad de la que disponga, tanto como me amo y odio a mi mismo. Yo creo lo que es mi vida, mi inmensidad, yo soy mi causa, y este es mi flotador. Juntos, nadaremos ante este mundo poblado de desconocida y problemática inmensidad, fruto de mi capacidad de creación constante sobre mi mismo y mi devenir. O quizá sea todo esto lo que me está creando a mi. Huyo del bucle...

Este será mi sustento. No es el único que tengo, pero es el que elijo dada la necesidad de sustento. Aquí acudiré cuando la necesidad apremie, cuando esté perdido física, mental, espiritualmente o en una explosiva combinación de todas ellas ante la inmensidad e incertidumbre de la mar vital, iremos nadando felizmente en la nada, de algo en algo hacia la nada, que acabará siendo otro algo, o quizá no sea nada más que nada pura. Así, la nada podría llegar a ser algo, aunque ya lo haya sido antes de no serlo, o quizá nada de esto tenga ningún sentido en absoluto, se mire por donde se mire. No importa. ¿Y qué es lo que importa? Pues nada, y al mismo tiempo algo, que puede convertirse en todo. La "alguedad" es, bajo mi punto de vista, mejor que la "nadedad" en un sentido interno mio, si lo que se busca es una totalidad del tipo que sea.

Bienvenida seas, bendita y maldita creación. Estás aquí con el objetivo de guiarme y ayudarme en mi navegación por la inmensidad de la vida. Cuando pueda vendré a ponerte parches y remiendos. No te hundas, pues yo no lo haré. Y si lo haces, te daré las gracias de todo corazón, o me las daré a mi mismo, y nadaré, nadaré hasta que las fuerzas me lo permitan, y buscaré más flotadores...


A K.F.V. por ser la primera revelación